Abstracción líquida

Pintura. Ricardo Cavada.

Galería Alfredo Viñas. Málaga. C/ José Denis Belgrano, 19. Hasta el 29 de abril de 2006.

 

La obra de Ricardo Cavada (Pontejos, Santander, 1954) lleva mucho tiempo haciéndose en el entorno recogido y silencioso del taller, en su Cantabria natal, alejado el artista deliberadamente de los centros donde se deciden los nuevos lenguajes, pues el suyo es un Ricardo Cavada. "Sin título", 2005. Acrílico / lienzo. 146 x 116 cm.diálogo ensimismado y directo con la pintura, ajeno a las modas fluctuantes y a los cambios artificiales de opinión y de gusto. Con un vocabulario y una sintaxis que toma elementos de diversos movimientos y corrientes de la neovanguardia, desde el informalismo a la abstracción postpictórica, Ricardo Cavada encuentra en la superficie del lienzo la posibilidad de entablar un combate intelectual y espiritual entre concepciones del mundo diferentes, incluso enfrentadas. La más visible de esa lucha es la dicotomía entre el orden geométrico y el gesto, entre la línea recta y la mancha, entre la irregularidad de la forma y la adecuación de ésta a unos principios racionales. Junto a esa dualidad está la otra que relaciona el color y la forma. Toda esta pintura se sustenta en las relaciones cromáticas, o en la ausencia de cromatismo, en un austero y desnudo ejercicio de pura forma, como en ese lienzo de un gris azulado muy suave, simultáneamente blanco y luminoso, estructurado en torno a un rectángulo que hay en su centro, una especie de cántico espiritual y de búsqueda de la esencia.

Cavada sabe que la pintura necesita de la reflexión y del conocimiento, de la soledad y del silencio, pues de otro modo no puede elaborar un discurso estético sobre la realidad o sobre el mundo interior del sujeto. En este sentido, la obra de Cavada no es tanto una meditación sobre lo que circunda al hombre como sobre la pintura misma. En esta meditación no renuncia a la investigación y a la experimentación, como lo demuestran esos pequeños cuadros de formato cuadrado en los que se anuncian y se vislumbran composiciones futuras. Pero si hay un signo distintivo en su pintura, ese es el de la delicuescencia de los pigmentos, la presencia líquida del color, como si hubiese sido aplicado de manera muy diluida con una brocha gruesa que barre vertical u horizontalmente la tela, permitiendo así una sutil trama de transparencias y de contrastes. En otras composiciones estamos ante lejanas evocaciones de Mondrian, o ante la simulación de un laberinto, o bien ante la superposición de una forma arborescente, con ramas y hojas, sobre un fondo indefinido, como si se trazase un mapa psíquico, un mapa de la visión interna del artista.

 

© Enrique Castaños Alés

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 21 de abril de 2006