La pintura que se nutre de la propia pintura

Pintura. Curro González. Tras la era de las casas de recreo.

Galería Alfredo Viñas. Málaga. C/ José Denis Belgrano, 19. Hasta el 19 de noviembre de 2010.

 

Los últimos trabajos de Curro González (Sevilla, 1960) parecen reafirmar, de un lado, su tendencia hacia el eclecticismo, y, de otro, su permanente mirada al pasado de la pintura. El detonante de las obras de la exposición actual puede parecer banal pero no lo es. Las imágenes de una publicación del decenio de 1970 dedicada a la promoción de viviendas de lujo, que conoció en su adolescencia y que Curro González. LA POSICIÓN INDIFERENTE. Óleo y acrílico sobre lienzo.daba por definitivamente extraviadas, vuelven ahora, al cabo de tantos años, a surgir ante él inesperadamente, al volver a hallar la revista en su casa, convirtiéndose así en fuente de inspiración de una serie de cuadros en los que lo primero que sorprende respecto a trabajos anteriores es la técnica, con unos resultados en los que el óleo y el acrílico están muy diluidos, semejando manchas aceitosas o acuarela sobre la superficie del lienzo. Pero inmediatamente después nos fijamos en los temas, en los motivos, banales, frívolos, despreocupados, como corresponden a una sociedad opulenta y autosatisfecha. La publicación es anglosajona, y las casas que promocionaba entonces, así como el perfil de sus hipotéticos compradores, describen una clase media alta que se corresponde con las sociedades postindustriales del capitalismo tardío. La traducción de Curro González está hecha en clave pop. Aunque no son tan explícitos los objetos y los símbolos de la sociedad de consumo, sí nos está describiendo un tipo de sociedad con intereses muy superficiales, entregada al hedonismo y a una existencia vacía desde el punto de vista cultural e intelectual.

Pero, junto a esta atmósfera pop de carácter general, Curro González introduce dos ingredientes extraños que generan cierto desconcierto, y que a su vez entran en abierta contradicción con aquel lenguaje procedente del pop inglés de los sesenta. De un lado, los elementos que aparecen inesperadamente representados en medio de ese ambiente frívolo, que lo mismo puede ser una ola marina que nos recuerda a Hokusai por encima de un grupo de bañistas, que un signo de interrogación o una mano gravitando sobre los personajes, o incluso animales que parecen extraídos de Disneylandia conversando amigablemente con quienes se sientan a la mesa. Hay en todo ello una clara vocación irónica, aunque también pudiera creerse que se pretende incorporar elementos de procedencia surreal. En segundo lugar, están esas manchas aceitosas o acuareladas que tamizan el fondo, y que en ocasiones son extraordinariamente expresivas y gestuales, esto es, sin ocultar su filiación respecto del lenguaje del Expresionismo Abstracto. En cualquier caso, Curro González nos está lanzando un guiño con el que nos quiere indicar que la auténtica fuente de inspiración de la pintura es la propia pintura, el propio pasado de la historia del arte, al que permanentemente hay que reinterpretar. Y lo hace con una frescura, con una soltura y un dominio de los recursos verdaderamente notables. Del mismo modo que también advertimos el placer por parte del pintor en la elaboración de cada una de estas piezas, un disfrute que es consustancial a una apasionada vocación.

© Enrique Castaños

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 13 de noviembre de 2010