La identidad del artista

Dibujo. Aaron Lloyd.

Galería Javier Marín. Málaga. C/ Duquesa de Parcent, 12. Hasta el 6 de marzo de 2004.

Lo primero que pone de manifiesto esta muestra de Aaron Lloyd, artista antes conocido como Santiago Navarro (San Fernando, Cádiz, 1970), es un dominio del dibujo que cada vez resulta más difícil de encontrar en las nuevas generaciones de artistas plásticos, en parte por la confusión, más que por el descrédito, que rige en las Escuelas de Bellas Artes, donde la disciplina del dibujo ya no goza del prestigio que tuvo en la formación del artista hasta los comienzos del siglo pasado. En buena medida, es razonable que el dibujo haya perdido el halo sacrosanto que lo envolvía en la teoría académica, pero no cabe duda que su continua práctica y ejercitación es insustituible, como se reconoció desde Alberti, Leonardo y Cennini hasta Ingres. Precisamente ha sido el método de educación progresiva que exige la enseñanza del dibujo, en el que el alumno va de lo más simple a lo más complejo, y donde, además de ejercitar la mano, se pone en contacto con modelos de buen hacer artístico, lo que mantuvo prácticamente invariable esa enseñanza.

Con un lenguaje realista y una técnica precisa, subrayando las sombras y delimitando los contornos, haciendo unas veces uso del contrapicado y otra de los planos frontales, pero casi siempre erigiendo la figura en protagonista absoluta del espacio que la rodea, generalmente blanco y vacío, Aaron Lloyd lleva a cabo una indagación acerca de su propia identidad, jugando a metamorfosearse, transformarse en animal-hombre, pero a su vez relacionando esas mutaciones con determinados pasajes de la mitología y de los cuentos de hadas, como si la imaginación se fundiese con los recuerdos más guardados de la memoria. En uno de los dibujos, se representa de pie en un salón desnudo, desvelando la perspectiva en contrapicado un deseo de engrandecer la propia personalidad. En otras dos obras, en cambio, de impecable factura, parece realizar una libre interpretación del rapto de Ganimedes o bien del collage Edipo, perteneciente a la serie Una semana de bondad o Los siete elementos capitales, de Max Ernst. En otro de los dibujos más logrados, por último, alude al famoso cuento El rey rana, de los hermanos Grimm, mostrándonos un batracio serio y pensativo, vestido con un chándal, que parece interrogarse acerca de su identidad y de su destino.

© Enrique Castaños Alés

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 1 de marzo de 2004