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El mundo de los instintos Pablo Alonso Herraiz reflexiona sobre la satisfacción y la inhibición de los deseos humanos Instalación. Pablo Alonso Herraiz. Galería Marín Galy. Málaga. C/ Duquesa de Parcent, 12. Hasta el 24 de junio de 2000. Pablo Alonso Herraiz (Sevilla, 1965) es un artista con amplios intereses en el mundo del pensamiento, de la ciencia y de la literatura. Desde 1996 su obra constituye una metódica investigación sobre el lado más oscuro de la condición humana, el que tiene que ver con la represión de los instintos, los trastornos del carácter y la inmersión en la locura. Hasta ahora, sus principales referentes culturales han sido Platón, Marx, Nietzsche, Freud y el inquietante universo fantástico de los cuentos infantiles. Aunque, naturalmente, su actitud ante esos problemas y enigmas del comportamiento no es la del filósofo, ni la del economista, ni la del psiquiatra o el especialista en psicología profunda, ni la del escritor literario, sino que siempre está presente en él la autonomía estética de la obra artística, su inconfundible plasticidad. Junto a ello, también observamos algunos rasgos característicos de la posmodernidad, especialmente la ambigüedad y anfibología de significados, la ironía y los guiños cómplices con el pasado de la historia del arte. En este nuevo episodio de su personal indagación antropológica, titulado Parada cardiaca, Herraiz se acerca a la fisiología y a la psicología experimental, a las que recurre en apoyo de su tesis. Su propuesta parte de la célebre investigación del psicofisiólogo ruso Pavlov sobre la digestión y las secreciones gástricas, que le condujeron al descubrimiento de los mecanismos del reflejo condicional. En síntesis, la experimentación con perros llevada a cabo por Pavlov consistió en sustituir un estímulo incondicional (comida), que engendra un reflejo incondicional (saliva), por un estímulo condicional (el sonido de una campana justo antes de presentar la comida), que provoca, por aprendizaje, una reacción refleja adquirida, esto es, un reflejo condicional (saliva). Los reflejos condicionales, además, ponen en juego procesos no sólo de excitación, sino también de inhibición. Tanto Pavlov como Shenger-Krestovnika lograron provocar verdaderas neurosis caninas al poner en conflicto ambos procesos. Estos experimentos Herraiz los considera una metáfora de la condición humana. A partir de aquí, su propuesta se desarrolla en cuatro fases interrelacionadas. En primer lugar, un corazón de plástico, de esos que se usan en las clases de anatomía, que con sus tres tubos implantados simboliza la enfermedad y la proximidad de la muerte, una enfermedad presentada de manera aséptica y neutra, deshumanizada, como diariamente vemos que se tratan numerosos casos de dolencias graves en nuestros hospitales. En segundo lugar, un cuadro que representa la muerte de Ofelia, alusión a la locura y al suicidio, pero referencia también a la poética de lo sublime y a la pintura del romanticismo histórico, momentos fundacionales de la modernidad artística. En tercer término, una instalación presidida por el rótulo Así me gusta a mí, alusión al mundo de los instintos más primarios, así como a la dualidad satisfacción-inhibición. En último lugar, un kit simulador para accidentes, una pieza que es pura invención y metáfora del mundo de las apariencias, de la falta de sinceridad de las acciones humanas. © Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 27 de mayo de 2000
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