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El arte de la Iglesia de Málaga Un deslumbrante recorrido por las mejores piezas artísticas de la diócesis de Málaga desde el siglo XV hasta principios del XIX El esplendor de la memoria. El arte de la Iglesia de Málaga. Palacio Episcopal. Málaga. Plaza del Obispo, s/n. Hasta el 10 de mayo de 1998. Diversas y complejas de resumir en una breve nota crítica son las razones que hacen de esta excelsa muestra, fruto de la colaboración entre la Junta de Andalucía y el Obispado de Málaga, un acontecimiento de primer orden en relación con la política institucional de recuperación y difusión de nuestro patrimonio artístico. En primer lugar, el ajustado plan metodológico general establecido por el comisario, Rafael Sánchez-Lafuente, y el rigor en la selección de las piezas finalmente exhibidas. Respecto al método, la exposición se articula alrededor de cinco grandes conjuntos temático-cronológicos —La restauración del culto cristiano tras la conquista (1487-1540); Sueño del Renacimiento y despertar de la Contrarreforma (1540-1597); Entre el estancamiento y la renovación (1600-1664); Fray Alonso de Santo Tomás, aristócrata y obispo (1664-1692); La promoción artística, entre el auge y el inicio de la decadencia (1690-1810)— que ofrecen una nítida y completa visión del arte patrocinado por la Iglesia de Málaga desde la conquista cristiana hasta la invasión napoleónica, esto es, desde el comienzo mismo de la formación del amplio y rico patrimonio de arte sacro de la capital y la provincia hasta el primer caso significativo de destrucción y expolio sistemáticos de tan importante legado, acciones que, junto a las inmediatamente posteriores medidas desamortizadoras, se sitúan en el origen de una decadencia que no ha hecho después más que acrecentarse. Pero igualmente necesarios para conseguir otro de los objetivos fundamentales del proyecto, a saber, mostrar una panorámica lo suficientemente representativa del segmento temporal acotado, eran los criterios que habrían de emplearse en la elección de las obras, y en este sentido resulta innegable el ponderado equilibrio alcanzado entre variables tan distintas como la procedencia geográfica de las piezas, la diversidad de técnicas artísticas, la calidad y belleza estética —concentradas de modo insuperable en la capilla: Cano, Coello, Mena, Bocanegra, aunque ¿cómo olvidar el soberbio Ribera y las deliciosas formas manieristas de la tabla de la Virgen con el Niño y san Juanito, respectivamente del tesoro de la Catedral y de la colección del propio Palacio Episcopal?—, los aspectos relacionados con los programas y repertorios iconográficos y los intereses históricos, culturales e incluso antropológicos. En segundo término, y a mi juicio una de las cuestiones esenciales y de más hondo calado de todo el proyecto, la inestimable labor de restauración y limpieza de un abultado número de obras, a la que se añade la no menos excepcional de dar a conocer, en condiciones inmejorables de tratamiento museológico, otras que, sea por permanecer ocultas en conventos de clausura, sea por la deficiente iluminación o por su difícil emplazamiento en los templos, tradicionalmente han estado privadas de una adecuada contemplación por parte del público aficionado y en no pocos casos también de los propios especialistas. En tercer lugar, el magnífico diseño y montaje de la exposición, cuyo máximo responsable, el arquitecto José F. Oyarzábal, ha dispuesto de modo que, gracias a la sobriedad, refinada elegancia y tono gris neutro de las peanas y paramentos de muro artificiales —especialmente en la capilla, donde su arquitectura se disimula de manera silenciosa—, así como por la exacta y bien dirigida iluminación y la novedosa y acertada funcionalidad de su peculiar interpretación de la estética high-teach, enfatiza la noble pureza de los objetos religiosos exhibidos, orientando la mirada del espectador directamente hacia las obras, sin intermediarios ni elemento alguno de distracción.
Referencia
específica, para concluir, merece el cuidadísimo catálogo de la muestra,
financiado por Unicaja y realizado con exquisito diseño por Antonio Herráiz,
cuyo índice de artículos en torno al periodo señalado y exhaustivo comentario
de cada una de las piezas acompañando su correspondiente ficha técnica, en el
que han participado destacados especialistas de la Universidad de Málaga,
constituye la mejor prueba del carácter colectivo de esta magna empresa, estoy
convencido que imperecedera para siempre en nuestra memoria. ©Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 22 de marzo de 1998
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