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Sombras negras de poesía Grabado y dibujo. Luis Astuy. Casa Fuerte de Bezmiliana. Rincón de la Victoria (Málaga). Hasta el 30 de septiembre de 2007.
La espléndida obra gráfica de Luis Astuy (Maracaibo, Venezuela, 1962) se sustenta tanto en un consumado virtuosismo técnico, especialmente en la técnica de la punta seca, como en una particular poética del mundo de las sombras. Son precisamente estos negros de Luis Astuy, a base de rayones densos y opacos, gestuales y expresivos, los que vinculan sus sobrios grabados a la estética romántica, pues es ahí donde el tema de la noche muestra la primacía del inconsciente. Como amparando las palabras de Kant acerca del carácter sublime de la noche y de la belleza del día, Luis Astuy nos envuelve con gesto decidido y trazo rápido en los misterios nocturnos, en una suerte de viaje iniciático al origen primigenio, como deseaba Novalis. Obra nacida de un sentimiento interior, abstracta por su ausencia de referencias naturales, pero al mismo tiempo paisajística, de amplios horizontes y secretos escondidos en una sensibilidad superior. En uno de estos grabados, una punta seca consistente en un gran rectángulo vacío atravesado de parte a parte por una nerviosa línea que sobresale de sus lados menores, se alcanza una especie de límite en la capacidad expresiva del «menos es más», pues el efecto que produce, entre la abstracción minimalista, la estética zen y la subjetividad informalista, no es otro que el del lenguaje propio del silencio, concebido para la meditación y la pura contemplación estética. También hay que referirse a sus dibujos, sobre todo a dos grandes pasteles en los que la síntesis plástica se aúna con la experimentación técnica. Después de fijar una base de imprimación hecha con pigmentos terrosos, uniformemente distribuidos por la superficie del papel, Astuy extiende carbón con un trapo, y sólo entonces procede a ejecutar las primigenias formas con pastel y el fondo de diminutas rayitas con lápiz conté, de tal modo que hay lejanas evocaciones a algunas obras de Paul Klee, por ejemplo, la célebre Ad Parnassum, de 1932, o la Wandbild, de 1924, en la que el exquisito pintor suizo usaba témpera y acuarela sobre muselina enyesada. Ahora, Luis Astuy consigue unas calidades plenas también de refinamiento y de minuciosidad de orfebre. © Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 14 de septiembre de 2007
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