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Más allá del 'kitsch' Pintura. Nono Bandera. Centro Cultural Provincial. Málaga. C/ Ollerías, s/n. Hasta el 11 de enero de 2002. Con motivo de la anterior exposición
individual de Nono Bandera (Málaga, 1958) en su ciudad natal, en 1999, tuve
oportunidad de señalar la distancia que le separaba del dadaísmo y del
apropiacionismo situacionista, movimientos con los que ocasionalmente ha sido
puesto en relación y con los que, no obstante, mantiene visibles puntos de
contacto, tanto por lo que se refiere a la pars construens que sigue
conservando el primero como al aspecto lúdico contenido en la propuesta del
segundo. Aquí, por el contrario, quisiera matizar en primer término el trato
personal que sostiene con el kitsch, vínculo que en más de un sentido parece
subrayar la actual muestra. La más nítida explicitación de esta insistencia
radica en la evidencia con que sus obras descubren su procedencia original, esto
es, pinturas de ínfima calidad como las que se venden en algunas tiendas de
muebles, grandes almacenes y puestos callejeros, a las que Bandera modifica y
cambia parcialmente su aspecto primitivo, generalmente pintando en sobreimpresión
escenas o detalles de contenido dispar, o bien prolongando arbitrariamente
elementos de la composición primigenia. Ahora bien, ¿pueden calificarse como
productos kitsch los mencionados cuadros que Bandera manipula? Si nos atenemos a
las agudas observaciones sobre el kitsch llevadas a cabo por Hermann Broch en
sendos escritos de 1933 y 1950-51, colegiremos que lo propiamente kitsch de
aquellos objetos estriba sobre todo en que el anónimo autor de los mismos no ha
pretendido hacer «un “buen trabajo” sino un trabajo “agradable”: lo que
más importa es el efecto». Efectismo, por un lado, torpe y simplista imitación
de los rasgos específicos del arte, por otro, estos serían los principales
rasgos kitsch de unos objetos que sustituyen la categoría ética, como afirma
Broch, con la categoría estética, mostrando así un no se qué de falso bajo
el cual se intuye el «mal» ético. Pues
bien, lo sobresaliente de la obra de Nono Bandera consiste en que, incluso
bastante tiempo después de Duchamp y de la innumerable serie de propuestas que
han seguido con mayor o menor fortuna ese camino de investigación artística,
todavía hay en ella aportaciones significativas, algunas de indudable ingenio y
sutileza, como cuando en Ripped jockey se le ocurre representar, sobre el
vulgar paisaje con un tema de cacería que reutiliza, a una joven damisela
pintando precisamente un detalle del lienzo primitivo, pero lo sorprendente es
que en él se incluye la representación pintada de un amplio desgarrón que
Bandera ha provocado en la tela reutilizada. No sólo estamos en este caso ante
el recurso barroco del cuadro dentro del cuadro o ante la tautología de pintar
lo ya pintado, sino que hay un inteligente guiño irónico hacia qué es el arte
y dónde están verdaderamente sus límites. Por último, cabe destacar el
frecuente uso de símbolos eróticos, a veces en provocadora correspondencia con
símbolos religiosos y otras traduciendo códigos de comportamiento sexual pretéritos. ©Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 24 de diciembre de 2001
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