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Juego, ligereza y alegría cósmica Escultura. Adolfo Barnatán. Pedro Peña Art Gallery. Marbella (Málaga). C. C. Tembo, bloque B, local 1. Hasta el 31 de julio de 2005. Desde 1995 en que se produjo el inicio de su paso de la pintura a la escultura, la evolución de Adolfo Barnatán (París, 1951) se ha caracterizado por construir una obra primero claramente figurativa, pero que poco a poco, algo que por lo demás estaba ya contenido en potencia en su más temprana producción escultórica, se ha ido acercando decididamente a la abstracción. El universo figurativo de Barnatán hundía sus raíces en las antiguas civilizaciones mediterráneas, sobre todo en la griega clásica y en la egipcia, recreando e interpretando algunos de sus más significativos dioses y diosas, pero no como una copia mecánica de aquellas imágenes, sino como dejando que en sus obras se depositase el paso de los siglos, a modo de sedimento que, a su vez, no excluía una cierta mirada melancólica sobre el presente. En cuanto a los materiales, eran básicamente bronce, mármol y obsidiana, unos materiales que él ha tratado siempre de un modo muy cálido, como invitando al acercamiento táctil y a la caricia por parte del espectador. Una de las series más interesantes, Ábacos, estaba realizada en bronce muy pulido, recordando algunas de las piezas formadas por elementos a modo de pulseras que se acumulaban en torno a un eje, ciertas esculturas de Tony Cragg. Ya entonces, decía antes, se presagiaba el futuro desenvolvimiento de su obra, entrevisto en los círculos y espirales que de vez en cuando la atravesaban. Las obras que ahora se exhiben, todas ellas de 2005, mantienen esa pasión por la exactitud, la matización y el misterio que ha distinguido su trabajo desde los noventa. Bien se trate de circunferencias excéntricas, esto es, que están fuera del centro o que tienen un centro diferente respecto de la circunferencia dentro de la cual están contenidas, bien se trate de espirales, las primeras en acero y las segundas en mármol o en obsidiana, son obras de una perfecta ejecución y de una serena presencia física, de la que emana una escondida fuerza simbólica. Entre las múltiples significaciones simbólicas del círculo, Barnatán se acoge a aquellas que destacan su totalidad indivisa, la perfección e inmutabilidad del movimiento circular, la simbolización del tiempo en cuanto que se define como una sucesión continua e invariable de instantes todos idénticos unos a otros. Pero también hay una referencia implícita, al menos en una de las piezas, a las palabras de Proclo: «Todos los puntos de la circunferencia se vuelven a encontrar en el centro del círculo, que es su principio y su fin». Por lo que respecta a la espiral, y con independencia de las evocaciones a la obra de Brancusi y a los dibujos abstractos del túmulo de la isla de Gavr’inis, en el golfo de Morbihan, en Bretaña, son indudables las alusiones a los ritmos repetidos de la vida, al carácter cíclico de la evolución y a la idea de laberinto, aunque esta última es más propia de la espiral plana que de la helicoidal. En las extraordinarias esculturas hechas a partir de un bloque de obsidiana, el contraste entre la oscura piedra natural y el preciso dibujo impreso en su superficie acentúa la dualidad entre el orden y el caos, entre lo informe y lo dotado del poder regulador de la razón y del intelecto.
© Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 1 de julio de 2005
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