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El realismo académico de Mariano Benlliure Escultura, cerámica y dibujo. Mariano Benlliure. Sala de arte de la Universidad de Málaga. Edificio del Rectorado. Avda. de Cervantes, 2. Hasta el 27 de febrero de 2011. Aunque la exposición con la que ahora se recuerda y homenajea a Mariano Benlliure (Valencia, 1862-Madrid, 1947) en Málaga es de proporciones modestas, si tenemos en cuenta la ingente producción del prolífico escultor, sí contiene un número suficiente de piezas, alrededor de setenta, y una razonable variedad de temas, que permiten hacer una valoración de carácter general de su contribución artística. Para hacer en rigor aquella valoración, sin embargo, no puede bajo ningún concepto prescindirse de los numerosos monumentos públicos que realizó y que están repartidos por diferentes ciudades españolas, pero supliremos ahora su inevitable ausencia teniendo muy presente el monumento al II Marqués de Larios, de 1898, sin duda el de mayor prestancia que embellece nuestra ciudad. Mariano Benlliure vivió casi cinco decenios del siglo XX, es decir, que asistió de manera más o menos consciente a la renovación profunda que se produce en la escultura desde Degas, Medardo Rosso y Rodin, y no digamos desde Matisse, los primeros expresionistas alemanes y ya en cascada durante todos los ismos de la vanguardia histórica, y, sin embargo, se mantuvo siempre aferrado a los principios estéticos del realismo academicista del siglo XIX. Ni siquiera los buenos auspicios de renovación que se vislumbran en la escultura de signo realista, y que pudieron concretarse, por ejemplo, en un Constantin Meunier, con su interés por los asuntos de temática social, influyeron en Benlliure, que, dentro de su variadísima temática, siempre se decantó por temas de carácter popular, o por una temática muy del agrado de una clase media de provincias no especialmente atenta a las innovaciones que se estaban produciendo en el ámbito de la escultura y de las artes plásticas en general. Consumado conocedor de su oficio, dominaba especialmente el modelado en barro, material en el que sí consigue unos destellos de viveza y de espontaneidad que quizás falten en otros materiales que empleó. En cualquier caso, dominó con indiscutible pericia técnica la talla del mármol y el fundido en bronce mediante el procedimiento a la cera perdida. En una de sus primeras esculturas, Accidente, de tema trivial e intrascendente, ya está definido todo su programa artístico posterior, con sus aciertos y sus inconvenientes. El excesivo detallismo y los diminutos pormenores de muchos de sus retratos y bustos, en los que se hace un alarde de virtuosismo, resta quizás espontaneidad de disegno y vida interior o penetración psicológica a sus retratados, que resultan muy correctos en cuanto a las proporciones pero convencionales. En muchos de sus monumentos nos encontramos con otro de los defectos de nuestra escultura pública realista decimonónica: la acumulación de motivos que restan claridad de visión al tema principal. Todo lo contrario es lo que ocurre en su magnífica escultura del escritor Antonio Trueba en Bilbao, que, sentado de manera sencilla y natural en un banco, es elevado por ese mismo carácter directo a la categoría verdadera de monumento. O el boceto de la estatua al monumento del Duque de Rivas, que ha sabido captar ese porte distinguido y elegante del dramaturgo romántico, o, en fin, la original postura antiheroica de la cabeza del caballo en el monumento al General Martínez Campos. También captó, como en un destello, al presentarlo como abocetado, desaliñado y en posición sesgada, la vehemente energía creadora de Sorolla, en la escultura que posee la Academia de San Telmo. Trabajador infatigable y honesto, estaba dotado de especial facilidad para representar el movimiento en el arte de la lidia, aunque también cae con facilidad en la retórica y en el efectismo. Sus retratos de niños, mofletudos y de aspecto amable y cercano, carecen de esa vida interior y de ese milagro inexplicable de la creación que advertimos, por ejemplo, en los niños de Houdon, especialmente en las terracotas del gran escultor francés.
© Enrique Castaños Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 19 de febrero de 2011
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