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Variedad técnica y estilística Pintura, grabado y collage. Antonio Berni. La mirada intensa Sala de Exposiciones de la Fundación Picasso. Málaga. Plaza de la Merced, 13. Hasta el 27 de febrero de 2011. Destacado representante, junto con Alejandro Xul Solar y Emilio Pettoruti, de las corrientes de la vanguardia artística en Argentina, Antonio Berni (Rosario, Argentina, 1905 – Buenos Aires, 1981) recibió en Europa, entre 1925 y 1930, en Madrid, pero sobre todo en París, una importante influencia de la vanguardia histórica en general y del Surrealismo en particular, que se va a traducir en su permanente pasión por la innovación y la actitud experimental, lo cual en cierto modo va aparejado a los cambios estilísticos y de lenguaje que caracterizan su dilatada carrera. Otro factor, asimismo, a tener en cuenta en relación con su estancia europea, es el interés que desde entonces va a mostrar por la cuestión social, llegando incluso, a pesar de su indeclinable defensa de la libertad, a afiliarse al Partido Comunista, entonces claramente proestalinista. Hasta muy entrados los años treinta, su obra se desenvuelve en una poética nítidamente surrealista, dejando constancia de su originalidad para traducir uno de los principales principios de ese lenguaje, a saber, la yuxtaposición de objetos, cosas y figuras sin aparente o lógica relación entre ellas. En esos años da también muestras de su extraordinaria capacidad para el empleo del collage, que, bajo el influjo indudable de maestros como Max Ernst, alcanza niveles de una sensibilidad desbordante para el tratamiento de escenas oníricas, absurdas e inquietantes, con inclusión de relojes que miden un tiempo irreal y atemporal, llaves que cierran habitaciones imposibles y personajes que se asoman a espacios arquitectónicos del pasado conocidos del artista, como el Panteón de los Reyes del Escorial. Entre 1949 y 1954 vive de nuevo en París, estancia que resultaría decisiva para explicar sus grabados y xilocollages de principios de los sesenta, en los que ya aparece su personaje de Ramona, que, junto con el de Juanito Laguna, creado en 1956, serán una presencia constante en su producción posterior. Esos grabados, que dan muestras de su tendencia hacia el barroquismo, sin duda una de las gramáticas expresivas que le distinguen en los sesenta y setenta, denotan asimismo la influencia de Antonio Clavé, que vivió mucho tiempo en París. Unos años antes realiza una de sus más deslumbrantes composiciones, Escuelita rural, de 1956, donde la preocupación social queda ampliamente superada por una encantadora armonía tonal entretejida y convertida en realidad poética por esos rostros transidos de ensoñación de los muchachos y muchachas, que, divididos en dos grupos, escrutan con sus enormes ojos un porvenir incierto pero lleno todavía de esperanza. La abstracción asoma también en cuadros de esa misma época, por ejemplo en La casa del sastre, de 1958, de una elegancia y una maestría que nos invitan a pensar en algunos de los más grandes intérpretes de esa tendencia, como Sergio Poliakoff. Aunque Berni introduce en sus abstracciones, densas de materia pictórica, unos sutiles collages que acentúan, como es natural en él, el barroquismo del resultado final. Por último, es obligado mencionar sus esculto-pinturas, de un pronunciado relieve y hechas con todo tipo de materiales de desecho, donde el humor, la ironía, el erotismo y lo onírico se expresan con una intensa plasticidad, recogiendo sin duda algunos de los principios a favor del objeto que definieron a los Nouveaux réalistes agrupados en torno a Pierre Restany. © Enrique Castaños Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 29 de enero de 2011
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