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La pintura como simulacro Pintura. Anne Berning. Encyclopaedic incompleteness. Centro de Arte Contemporáneo. Málaga. C/ Alemania, s/n. Hasta el 19 de agosto de 2007. El propósito de los actuales trabajos de Anne Berning (Werl, Alemania, 1958), que surgieron casi por casualidad a partir de una tabla pintada para una amiga, es reflexionar sobre los límites y las posibilidades de la pintura, especialmente sobre su capacidad de simulación y de engaño, pero también sobre la relación de la pintura misma, y, por lo tanto, del artista, así como del espectador, con toda la historia de la pintura, revelando la imposibilidad de abarcarla por entero, de conocerla en todos sus aspectos. Para conseguir aquél se sirve de lienzos sobre bastidores, en el caso de que tengan un determinado grosor, o de tablas delgadas, ambos en forma de tiras, como imitando los lomos de los libros de arte y los catálogos de exposiciones, de tal manera que o bien pinta sólo con letras en esas tiras el nombre de un artista muy conocido o bastante desconocido, o bien reproduce un fragmento de alguna de sus obras más divulgadas, teniendo siempre la precaución de que tanto el tipo de letra empleado como los fragmentos de obras se correspondan plenamente con el autor al que hacen referencia, para que la identificación por parte del espectador no se preste a confusión alguna. Es decir, que si, por ejemplo, decide sólo indicar el nombre de Mathias Grünewald con las letras que lo identifican, lo hace con el tipo de letra gótica alemana bajo medieval propia de la época del creador del retablo de Isenheim, del mismo modo que si en uno de esos pretendidos lomos de libros el autor representado es Picasso, bastará con representar un trozo de Les demoiselles d’Avignon. Pero conviene saber que la apariencia de estas obras, que no es otra que la de una fiel reproducción de algún catálogo o monografía real publicada por algún museo o editorial, no tiene nada que ver con la realidad, sino que es pura invención de la pintora alemana. Su fuente de inspiración, además, no son las obras mismas que se guardan en los museos, sino los libros de arte y los catálogos de exposiciones, pero estos, como digo, funcionan sólo como génesis inspiradora de una obra que se libera por completo y adquiere vida independiente. La adquiere incluso en forma de instalación, pues esas mismas tiras, yuxtapuestas unas a otras por orden alfabético, y en las que se han tenido muy en cuenta sus formas pintadas y sus tonos de color, son colocadas verticalmente en el espacio expositivo, inclinadas sobre la pared, de tal manera que, además de la «composición» pictórica general que provoca, estamos ante una especie de museo imaginario o museo de la memoria, donde lo primero que constatamos son las ausencias, las omisiones introducidas por Anne Berning, pues, efectivamente, toda enciclopedia es de por sí incompleta. En esta enciclopedia imaginaria de la historia de la pintura, siempre nos faltaría algún autor, aunque la prolongásemos hasta el infinito. Al final, Anne Berning, sólo se queda con la pura pintura, con la pintura como ilusión de la realidad. © Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 13 de julio de 2007
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