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Descomposición del espacio
Escultura y dibujo. Miguel Berrocal. Palacio Episcopal. Málaga. Plaza del Obispo, s/n. Hasta el 30 de marzo de 2003. La espléndida exposición
retrospectiva de la obra de Miguel Berrocal (Villanueva de Algaidas, Málaga,
1933) que, procedente del Instituto Valenciano de Arte Moderno, ha traído a
nuestra ciudad la Diputación en colaboración con la Junta de Andalucía y la
Fundación Unicaja, y que sobre todo se caracteriza por la sobria, contenida y
rigurosa selección de piezas en una producción
tan variada y extensa, deja sin lugar a dudas la categoría artística de este
autor, en el que confluyen algunos de los rasgos más arquetípicos y de las
contradicciones más insoslayables de la neovanguardia de los sesenta y setenta. Dotado en su primera
juventud de una inusual formación en matemáticas y geometría analítica,
Berrocal recibió por entonces la influencia de dos creadores que lo marcarían
decisivamente, el escultor Ángel Ferrant, superviviente del Arte Nuevo en la
España de la posguerra y que le enseñó a apreciar la dimensión lúdica de la
escultura, así como el interés por los objetos encontrados y la posibilidad de
desmontar y proporcionar movilidad a la obra, y el arquitecto Casto Fernández
Shaw, en cuyo estudio pudo familiarizarse con el rigor en el análisis del
espacio y conocer propuestas novedosas. Junto a ellos, también hay que
mencionar a Chillida, Oteiza, Martín Chirino, Calder, Picasso, Julio González
y Moore como principales referencias escultóricas de Berrocal, cuya obra es una
lograda síntesis de escultura, diseño arquitectónico y análisis matemático. Por
un lado, Berrocal es un formidable artesano y un excelente técnico, que conoce
perfectamente su oficio, los materiales, las técnicas de fundición, que se
preocupa extraordinariamente y consigue que sus obras tengan un acabado
perfecto. Éste sería uno de sus entronques con la tradición. El otro vínculo
con el pasado escultórico de Occidente, y eso que empezó haciendo unas
soberbias esculturas abstractas en deuda con Julio González, es su preocupación
e interés por la figura humana, por la anatomía del cuerpo, lo que pone de
manifiesto su profunda admiración por la línea que, desde Grecia y pasando por
Miguel Ángel, conduce a Picasso. Pero Berrocal es también un hijo de su
tiempo, con todas sus paradojas. Esto significa que abandona en parte el
concepto de escultura como representación a través de la masa y se interesa
por el vacío, por el espacio interior, lo que le lleva a descomponer el
espacio, fragmentar la obra en muchas piezas que, a su vez, cuestionan los
conceptos de integridad y unicidad. Esculturas que el espectador puede mover,
manipulables, que se desmontan en numerosos fragmentos y que pueden también
transformarse alterando la combinación de sus elementos en determinados casos. Pero quizá sea la noción de «múltiple» la más controvertida y, en cierto modo, incomprendida de su producción, precisamente por desacralizar el concepto de obra original, de «aura», de objeto único. Si bien no puede negarse que las expectativas despertadas por las proposiciones tecnológica y democrática a favor del «múltiple» no se han cumplido, ya que muchos «múltiples» continuaron haciéndose con procedimientos artesanales y no lograron acercar el arte a las masas, los «múltiples» de Berrocal, trabajos en los que es un auténtico pionero, ya que el primero data de 1962-64, constituyen un valioso capítulo de la época de la posvanguardia.
© Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 17 de marzo de 2003
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