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Los espacios luminosos de Christian Bozon Grabado. Christian Bozon. Taller Gravura. Málaga. Pasaje de Ntra. Sra. de los Dolores de San Juan, 3. Hasta el 21 de abril de 2009. Después de casi tres lustros de trabajo continuado en el Taller Gravura de Málaga, puede afirmarse sin margen de error que Christian Bozon (Lons Le Saunier, Francia, 1969) es uno de los grabadores más cualificados de Andalucía, un verdadero maestro artesano que ha demostrado con sobrada amplitud un dominio infrecuente de las técnicas tradicionales del grabado, especialmente la aguatinta y la punta seca, aunque su espíritu innovador le ha conducido por caminos inexplorados, experimentando diferentes procesos que terminan antes o después materializándose en su obra, siempre sorprendente y llena de escondidos matices y secretos ignotos que hay que ir descubriendo a través de un detenido examen. Es decir, que en Bozon se unen y se complementan mutuamente dos aspectos de la actividad gráfica: de un lado, la labor diaria como maestro artesano que tiene que estampar un número importante de obras cada año, fruto de los encargos que recibe el taller; de otro lado, su propia dimensión creadora como artista, una actividad silenciosa pero fecunda que Bozon viene desarrollando en su tiempo libre, dimensión que se ve naturalmente enriquecida con aquella experiencia cotidiana, en la que muchas veces hay que resolver los más imprevistos problemas y dificultades. La obra reciente que ahora expone, correspondiente a los dos o tres últimos años de su producción, se caracteriza esencialmente por el tratamiento poético del espacio, como si la superficie de la plancha se ofreciese como un territorio ilimitado donde desplegar la imaginación, y por la luminosidad cromática de las composiciones, atemperada por esa dispersión de diminutos filamentos, rayas y líneas, que, sobre todo en el caso del empleo de la punta seca, con sus inconfundibles rebabas filamentosas, convierte a aquellas composiciones en territorios atravesados por sutiles y casi imperceptibles senderos dispersos por doquier. Es el mundo interior del artista, a modo de paisaje íntimo, el que se vierte aquí, dejando que sean sólo los elementos visuales los que organicen y den vida al conjunto. Los óleos sobre tabla están sometidos al mismo concepto. En definitiva, una obra exquisita, plena de evocaciones lejanas, que invita a vagar libremente la capacidad ensoñadora del espectador.
© Enrique Castaños
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