Brinkmann y el grabado

Sabiduría técnica y progresivo despojamiento de lo real caracterizan la fecunda singladura gráfica de Enrique Brinkmann

Grabado. Enrique Brinkmann.

Museo del Grabado Español Contemporáneo. C/ Hospital Bazán, s/n. Marbella. Hasta el 7 de noviembre de 1999.

Después de algo más de cuarenta años de actividad artística ininterrumpida, Enrique Brinkmann (Málaga, 1938) ha demostrado con creces que no es un pintor autocomplaciente. Dotado de una poderosa y original imaginación creadora, de una exquisita sensibilidad capaz de manifestarse en sutiles matices que, más que nombrarlas directamente, insinúan el mundo de las formas visibles, de un verdadero dominio de la técnica que le sitúa en las antípodas de cualquier clase de efectismo fácil y fruslero, y, por encima de todo, de un profundo y a la vez casi ingrávido sentido plástico del espacio, Enrique Brinkmann es un pintor que avizora sin temor permanentemente el riesgo implícito contenido en toda creación artística y que siente una rara proclividad por zambullirse en las procelosas aguas de la experimentación y transitar sendas nada o muy poco exploradas. La prueba más reciente de esta vigorosa y analítica tendencia de su espíritu tuvimos ocasión de verificarla en el prodigioso y bizarro cambio que sufrió su pintura a partir de mediados de la década, cuando empezó a emplear tela metálica como soporte de sus composiciones, separándolas al mismo tiempo del muro en el que normalmente suelen colgarse los cuadros y permitiendo de este modo al espectador recorrer la obra circularmente en su totalidad observando al unísono ambas caras, con lo que, a su vez, derrumbaba la idea tradicional de lo que se entiende por la posición «derecha» o correcta del cuadro. Si a este giro copernicano operado en la presentación física del objeto y en la visualización plástica del espacio le añadimos el decisivo despojamiento de lo real que se introduce en su obra como un punto de no retorno a partir de finales de los ochenta, tendremos un balance de los años de madurez pleno de rejuvenecimiento y sólidamente distanciado, lo que no resulta fácil, de cualquier tentación manierista.

Enrique Brinkmann. "Sin título", 1995. Aguafuerte, aguatinta. 215 x 300 mm. Forma parte de la carpeta de grabados Pangea I.Paralelo itinerario al recorrido por la pintura es el que ha seguido su producción gráfica, de la que aquí se ofrece una selección de más de medio centenar de piezas realizadas desde 1973. Lejos de constituir una actividad vicaria de la pintura, el grabado ha sido siempre en Brinkmann una parcela autónoma, originalísima e intuitiva de expresión, que, junto al dibujo, se manifiesta como un inagotable campo de experimentación donde numerosas veces se anuncian las conquistas formales de los trabajos al óleo. Superada la fase figurativa de raíz fantástica y surreal de los setenta y ochenta, caracterizada por un excelente virtuosismo técnico, los aguafuertes de Brinkmann recuperan en los noventa el protagonismo absoluto del espacio que ya se había revelado en algunos grabados anteriores, un espacio aéreo y de grandes zonas vacías, desprovisto de referencias objetivas, que suele poblarse en sus márgenes o en sus áreas centrales de puntos diminutos y delicadísimos signos lineales de aspecto filamentoso, transmutados en una especie de misteriosa e intemporal caligrafía cuando se distribuyen uniformemente por la superficie de la plancha.

©Enrique Castaños Alés

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 6 de noviembre de 1999