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El vientre de la escultura Carlos Brotons disecciona el espacio interior del objeto escultórico. Escultura. Carlos Brotons. Sala de arte municipal. Málaga. C/ Ramos Marín, s/n. Hasta el 15 de mayo de 1998. Después de cinco años sin realizar ninguna exposición individual, la hace ahora en la ciudad donde ha discurrido la mayor parte de su vida el escultor Carlos Brotons (Granada, 1961), quien estudió en las Escuelas de Artes Aplicadas de Málaga y Madrid y da clases de metalistería en la actualidad en la de Córdoba. Inmediatos signos reconocibles vinculados a trabajos anteriores son las características gavillas de hierro dobladas y muy próximas entre sí, las superficies redondeadas y la enhiesta disposición vertical de algunos objetos, pero es en la radical investigación del espacio y de la estructura interna de las piezas donde esta muestra, significativamente titulada Entraña abierta, revela más que en ningún otro aspecto los nuevos intereses y avances producidos en la obra de Brotons durante el último lustro. Sin ser precisamente la más lograda de la selección, debido quizás a un cierto exceso retórico, Contenedor es, sin embargo, bastante ilustrativa de aquellas preocupaciones: un auténtico contenedor de basura igual a los que ofrecen su opulenta forma en las calles de muchas de nuestras ciudades, ha sido violentamente dividido en dos mitades separadas, de modo que el amplio espacio interior resultante sea ocupado por una estructura de hierro de fuertes connotaciones orgánicas y simbólicas, pues no sólo los tubos que unen ambos extremos enmarcan lo que podría ser interpretado como un gigantesco ojo (resuelto ahora con gavillas de sección más gruesa), sino que la superficie interna de la pieza ha sido recubierta de un collage con expresas referencias al sexo, la familia y la religión. El contenedor (cuya instalación en la galería alude asimismo a un recurso típicamente barroco: un contenedor dentro de otro) deja así de estar relacionado con los desperdicios para convertirse en un objeto exclusivamente urbano, reflejo de las obsesiones y angustias que son parte indisoluble de la vida de los habitantes de la ciudad contemporánea. Este análisis del vacío contenido en la forma es desarrollado por Brotons en otras piezas de menor tamaño presentes en la exhibición, caso de Ascenso y descenso al limbo, cuyo sentido ascendente y delicadeza de ejecución la hace partícipe de una íntima poesía contenida, Cubo de ilusiones, en la que recurre de nuevo a una forma dentro de otra, y Abundancia, una obra en hierro y hormigón donde la forma interior de una botella de agua mineral sobresale y se proyecta hacia fuera, siendo en las dos últimas muy sugestivo el diálogo que se establece entre los perfiles orgánicos del objeto en sí y el trazado de severas y contundentes líneas geométricas de la enorme peana que les sirve de base. La muestra se completa con la refinada Un camino, una dirección, un individuo, un casquete esférico de hierro situado en el suelo cuya superficie convexa es recorrida por una bifurcación de direcciones, alusión a los múltiples senderos de la existencia, y con Mi huerto, en la que si bien se continúa investigando en la relación entre el espacio interior y el exterior (la delgada lámina de aluminio que divide por la mitad un seriado conjunto de zanahorias de polietileno expandido hace como de línea de tierra), advertimos una inequívoca carga humorística, irónica y sexual. ©Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 2 de mayo de 1998
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