|
El informalismo de Luis Bujalance En plena evolución creadora, la pintura de Bujalance se encuentra inmersa en el caos informalista Pintura. Luis Bujalance. Sociedad Económica de Amigos del País. Málaga. Plaza de la Constitución, 7. Hasta el 31 de marzo de 2000. Aunque Luis Bujalance (Málaga, 1967) lleva aproximadamente un lustro explorando con extático deleite y tenso arrobamiento el embriagador e irracional universo de la disolución informalista, a poco que se repare en la fecha de su nacimiento, en su aún exigua biografía estética y en los cuadros que completan esta su primera exposición individual, realizados en los últimos tres años, resultará fácil percibir el carácter transitorio de la tendencia que en la actualidad ocupa toda su atención, inmerso como está en plena evolución creadora, pero también unas apreciables cualidades y especial sensibilidad para el uso de materiales diversos, la composición del espacio plástico y el lenguaje de la forma abstracta. Licenciado en la Facultad de Bellas Artes de Granada en 1993, Bujalance, en cuya obra todavía son detectables recetas y procedimientos aprendidos durante su periodo de formación como pintor, atravesó con relativa celeridad una fase inicial de figuración expresionista influida por Schiele y otros artistas del área vienesa del periodo de entreguerras, para desembocar en una rendida admiración por la llamada veta brava de la pintura española, desde Goya hasta el informalismo de los cincuenta y primeros sesenta, en especial Tàpies, Guinovart y Millares. Los cuadros
de mediano y gran formato que exhibe en esta ocasión, se distinguen en primer término
porque su concepción general no parte de ninguna idea o esquema previo, sino
que se concreta sólo delante de la obra, definiéndose progresivamente a medida
que el artista avanza en su ejecución, lo cual sin duda explica la rapidez y
decisión con que están resueltas algunas zonas y la lenta y trabajada
elaboración de otras, en las que se superponen sucesivas capas de destrucciones
anteriores y arrepentimientos. Las composiciones densamente oscuras de 1997, en
las que predominan el gesto violento, la mancha, los chorreones accidentales de
pintura y el empleo de la técnica del grattage
(raspadura de la materia cromática, una vez ya seca, que previamente se ha
extendido de manera arbitraria sobre la plancha de madera), dan paso en 1998 a
otras en las que se incorporan materiales de desecho, preferentemente maderas y
trozos de arpillera, se concede mayor importancia a los aspectos tectónicos y
estructurales de los elementos compositivos, se introduce el blanco como
contrapunto tonal y se generaliza, como consecuencia del influjo de la obra de
Basquiat, el uso de letras y frases escritas, las cuales, junto al peso formal y
plástico que en sí mismas contienen, permiten también lecturas alternativas
de carácter explicativo y contenido simbólico. Estos rasgos, cuya presencia
pone de manifiesto el grado de autonomía estética y la madurez alcanzada por
este joven artista, se mantienen e incluso se acrecientan durante 1999, aunque
ahora empiezan a coexistir con una línea de investigación donde lo más
relevante es la preponderancia de los tonos luminosos y la eliminación de
objetos encontrados, indicativo de un tenso impasse del que todavía es pronto
aventurar ulteriores desarrollos. ©Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 18 de marzo de 2000
|