Geometría de la naturaleza

Pintura. Pepa Caballero.

Casa Fuerte de Bezmiliana. Rincón de la Victoria (Málaga). Hasta el 26 de septiembre de 2004.

 

Esta intimista y casi secreta exposición de obra reciente de Pepa Caballero (Granada, 1943), una veterana pintora afincada desde hace mucho tiempo en Málaga que siempre se ha caracterizado por el rigor de la forma y la contención cromática, refleja mejor quizás que ninguna de sus anteriores individuales su paciente y constante observación de la naturaleza, mejor aún, el movimiento incesante de la vida y del mundo exterior, los ciclos del nacimiento y la muerte, el flujo y reflujo del mar, el vuelo de los pájaros y la inmersión de los cuerpos en el agua. 

Pepa Caballero siempre ha sentido una honda admiración por la curiosidad intelectual y el rigor científico de los artistas del Renacimiento italiano, especialmente Leonardo, en cuanto que sintetiza el inalcanzable anhelo de poner en relación todos los elementos y componentes de la realidad. Pero, junto a esta inclinación racional y analítica, también hay en Pepa Caballero una pasión íntima por las formas exquisitas y sensibles, por el detalle y la estilización de la realidad. En más de una ocasión, ella ha recordado la viva impresión que, siendo una jovencísima estudiante, le causó en el Prado un espléndido Ángel músico de Melozzo da Forli, elegante y suntuosamente vestido, lleno de encanto naturalista y de indudable plasticidad. Pero sobre todo ha sentido siempre una emoción incomparable ante Fra Angélico, cuya Anunciación del mismo museo, de luminosidad clara y espacio idealizado, tiene los oros más bellos que para nuestra pintora se hayan pintado nunca, así como unos azules serenos y profundos. 

Pepa Caballero. "Sin título", 2004. Acrílico sobre lienzo.

Precisamente un homenaje a esos dorados y a esos azules es lo que advertimos en sus acrílicos sobre lienzo, aunque el azul violáceo de sus composiciones es más exactamente una directa referencia a los inconfundibles crepúsculos que Pepa Caballero puede ver desde su casa, del mismo modo que el azul turquesa es la superficie de mar que tiene ante sus ojos. La matemática y el rigor geométrico parecen subordinarse aquí a la sensibilidad. En otras ocasiones realiza variaciones cromáticas de una misma composición, alterando la línea del horizonte, o bien haciendo que el color progrese o se rebaje. Una pintura armoniosa y equilibrada que invita a la contemplación.

 

© Enrique Castaños Alés

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 24 de septiembre de 2004