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La exploración subjetiva Las fotografías de Carlos Canal crean una nueva realidad subjetiva a partir de la contemplación de la realidad visible Fotografía. Carlos Canal. Centro Cultural Provincial. Málaga. C/ Ollerías, s/n. Hasta el 23 de febrero de 2001. Los trabajos que Carlos Canal (Grajal de Campos, León, 1954) presenta en esta exposición bajo el significativo título de Hacia adentro, se encuentran estrechamente relacionados con otros dos proyectos realizados durante el último año: Silencio, donde el artista intenta descubrir la propia subjetividad a partir de la investigación y exploración de la luz, vinculando ambas en una especie de continuum cósmico, y Cámaras, un diálogo entre la realidad y el mundo de los sueños. Obras todas ellas, por tanto, que participan de una misma atmósfera espiritual y de un propósito compartido: construir otra realidad desde el punto de vista de la realidad no visible. Sin embargo, por paradójico que parezca, la construcción de esa otra realidad interior, subjetiva, la lleva a cabo Canal sólo desde la detenida contemplación y observación de la realidad sensitiva, de lo que acontece a su alrededor. Aquí no se trata de capturar ningún «instante decisivo», sino de mirar la realidad a través de los ojos del alma, descubriendo así detalles escondidos, veladas historias llenas de poesía. Por eso sus fotografías, realizadas sin flash, sin trípode y aprovechando la luz que hay en la escena, son reconstrucciones de lo que previamente ha captado su mirada íntima del mundo fenoménico. Pero esta mirada, precisamente por ser íntima, pervierte la realidad, esto es, hace posible que la realidad contingente sea contada por el ojo anónimo de la cámara de un modo enteramente libre, estableciéndose así una fecunda comunicación entre lo que el ojo externo ve y lo que el ojo interno puede ver, entre el mundo visible y el libérrimo territorio de la imaginación. Este contar la realidad como no es, constituye sin duda uno de los rasgos característicos del arte, y en este sentido las fotografías de Canal son un depurado producto estético. La
muestra debe ser leída también como un viaje iniciático, un camino de
exploración del yo, donde la fotografía se revela como un instrumento de
conocimiento, en este caso de autoconocimiento. Lo que ocurre es que para
encontrarnos a nosotros mismos, además de empezar por aceptarnos tal como
somos, debemos reencontrarnos en las cosas cotidianas, pero, sobre todo,
reencontrarnos en los otros, descubrirnos a través de ese reflejo de nosotros
mismos que son los otros, y viceversa, pues también los otros terminan reflejándose
en nosotros. Reflexión, asimismo, sobre la vida y la muerte, búsqueda del
sentimiento religioso, o, si se prefiere, de la dimensión de lo sagrado,
articulada en torno a cuatro o cinco etapas: los ecos y algarabías del mundo
exterior, lleno de vitalidad, pero desprovisto de autoconciencia; el viaje a países
lejanos, en búsqueda de la totalidad y de lo que nos une al resto del cosmos;
el descubrimiento de la culpa y responsabilidad ante los propios actos; la
necesidad de purificación y, como término de todo el ciclo, ese final
representado por una fotografía de la partitura del Réquiem de Mozart,
síntesis perfecta del método y del sentido de la obra de Canal: contrastes
entre el negro y el blanco, desenfoque, exploración de la metáfora de la luz
como forma de explorar el propio yo, reconstrucción de una honda experiencia
con tan sólo un elemento identificador. ©Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 3 de febrero de 2001
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