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Arabescos del deseo Pintura y dibujo. Cristina Cañamero. Galería Alfredo Viñas. Málaga. C/ José Denis Belgrano, 19. Hasta el 31 de enero de 2003.
En el primer capítulo del Tratado
de la pintura de Leonardo da Vinci, el celebérrimo Paragone, el gran
artista y hombre de ciencia florentino, al comparar la pintura con la poesía,
la música y la escultura, concediendo a la primera una clara superioridad sobre
la última, pues no puede emplear el color y la perspectiva aérea, otorgará al
dibujo un altísimo rango, pues él se halla en el principio de la ciencia de la
pintura, recomendando más adelante que «el pintor ha de avezar su mano
copiando dibujos de buenos maestros». Sirva
este breve preámbulo, al que se podrían añadir similares apreciaciones de
algunos de los grandes maestros contemporáneos, como Cézanne y Picasso, para
situar en su adecuado contexto la obra reciente de Cristina Cañamero
(Campillos, Málaga, 1970), una autora que siempre ha mostrado un notable interés
por el dibujo, indiscutible base de las artes y de la formación del artista
hasta hace muy poco tiempo. Precisamente esa disciplina de la línea es la que
ahora homenajea Cristina en esta exposición, cuyas principales características
formales y técnicas pueden sintetizarse en los tres puntos siguientes:
deliberada prescindencia del color, a fin de no interferir el protagonismo que
en esta ocasión alcanzan las líneas y los perfiles; ejecución del dibujo a lápiz
directamente sobre el lienzo; sutil y refinado simbolismo de las composiciones. Desde el punto de vista estrictamente compositivo, las figuras femeninas de Cristina Cañamero ofrecen la particularidad de dejar amplios espacios vacíos de la superficie del lienzo, inmensas zonas blancas que, por contraste, acentúan los contornos y el modelado de los cuerpos, en los que las sombras se recortan resueltamente sobre los miembros y áreas iluminadas, enfatizando la decisiva importancia de la luz en la existencia material de los objetos. Cuerpos que, junto a la evidente deuda con las mitologías del pop, muestran también su admiración por el dibujo de la tradición del clasicismo y por la composición barroca, con notables ejemplos en los que o bien se representan brazos que se levantan y doblan a la altura de la cabeza, en acusado contrapeso a la caída vertical y al aplomo del brazo del lado opuesto, o bien los cuerpos se estiran en tensa diagonal y se arquean en un puro ejercicio de virtuosismo y de respeto al desnudo clásico. Pero, como decía, a Cristina Cañamero le seduce el simbolismo de las figuras y de los objetos, así como la tensión entre los opuestos; de ahí, por ejemplo, en una de sus obras más representativas al respecto, la presencia de la mariposa, símbolo de ligereza e inconstancia, pero también de la potencialidad del ser, junto a la simultánea contraposición entre el sufrimiento y el placer, o entre la fragilidad estática y la libre potencialidad del movimiento.
© Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 30 de diciembre de 2002
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