Completada la limpieza del cuadro de la Virgen del Rosario, de Alonso Cano

 

Una restauración ejemplar

 

   ENRIQUE  CASTAÑOS  ALÉS

El reciente término de las tareas de limpieza y restauración del soberbio cuadro de la Virgen del Rosario de Alonso Cano que se conserva en la capilla homónima de la Catedral de Málaga, además de servir de admirable ejemplo a imitar en el futuro, ha vuelto a Alonso Cano. "La Virgen del Rosario", 1665-1666. Óleo / lienzo. 356 x 218 cm. Catedral de Málaga.poner de actualidad la necesaria colaboración, por desgracia todavía poco frecuente entre nosotros, del mecenazgo privado en la recuperación del maltrecho patrimonio histórico-artístico español. El respetuoso trabajo, bajo la supervisión de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y en el que se ha invertido más de tres meses, ha sido efectuado por un equipo dirigido por la profesora Estrella Arcos, que ha contado con la financiación de la Fundación Argentaria, entidad asimismo patrocinadora de un nutrido ciclo de conferencias sobre el polifacético artista barroco granadino y de un espléndido catálogo en el que se incluyen un riguroso y documentado estudio de la doctora Rosario Camacho sobre la relación del maestro con Málaga, una brillante síntesis de la producción pictórica de Cano por el profesor Alfonso Emilio Pérez Sánchez y un texto de la directora de los trabajos de restauración sobre sus distintos pormenores.

Realizado en los últimos años de la vida del pintor, entre 1665-66, cuando se encontraba en plena madurez creadora, el lienzo se supone que le fue encargado, aunque no hay documentación expresa de ello, por fray Alonso de Santo Tomás, de la orden dominica, casi con toda seguridad hijo natural de Felipe IV y a la sazón obispo de Málaga, quien no escatimaría en medios puestos a disposición del artífice, según revela el análisis técnico de los pigmentos, hasta el extremo de usar lapislázuli (en el intenso azul ultramar del manto) y laca de cochinilla (en el rosa de la túnica), materiales por entonces aún más costosos que el oro puro. A la perfección del dibujo se une la maestría de Cano en el suave modelado de las formas y en la aplicación del color, cuyas gradaciones tonales, al decir de Pérez Sánchez, son de un exquisito refinamiento que parece anunciar ya delicadezas dieciochescas, de una gran habilidad en el uso de los negros, blancos y tostados de la parte inferior, y con un prodigioso empleo de la luz, disolviendo en ella de manera sutilísima la vasta zona superior.

De otro lado, esta monumental obra, de un sereno equilibrio compositivo que se inspira en modelos renacentistas (Rafael, Tiziano), si bien asimilados con extraordinaria originalidad por quien puede ser considerado, junto a Velázquez, como nuestro máximo representante de un cierto clasicismo seiscentista de raíz italiana, representa un tema   —la devoción a María y el rezo del rosario—   vinculado al espíritu de la Contrarreforma y, más directamente, con los dominicos, pero que, sin embargo, por la complejidad de su programa iconográfico, controlado hasta el mínimo detalle por el comitente, continúa siendo objeto de diversas interpretaciones. Rosario Camacho, aduciendo concienzudas investigaciones del joven profesor Juan Antonio Sánchez López, habla de la probable fusión de la mencionada devoción dominica por el rosario con varios relatos recogidos en la Leyenda dorada de Santiago de la Vorágine y en San Buenaventura, según los cuales María aparecería como protectora e intercesora (a juzgar por el abrazo de Santo Domingo y San Francisco del tercio inferior), aludiendo sendas columnas que sostienen el trono de nubes de la Virgen y sobre las que se recortan ambos santos, a la consideración de éstos como pilares de la Iglesia, de acuerdo con el conocido sueño de Inocencio III. Estaríamos, por tanto, ante una verdadera pintura ecuménica.

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 2 de mayo de 1997