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La rebelión de Paco Celorrio Pintura. Paco Celorrio. Colegio de Arquitectos de Málaga. Paseo de las Palmeras del Limonar, s/n. Hasta el 23 de noviembre de 2001.
La obra de Paco Celorrio (Merindad de Río Ubierna, Burgos, 1956), con su potente fuerza expresiva y acentuadas cualidades plásticas, con su denso espacio matérico y marcados rasgos barrocos, es una exclamación de rechazo a los mecanismos y agentes que regulan la institución arte en la actualidad, al omnímodo poder del mercado, a la monótona repetición de modelos internacionales y raquítica creatividad de muchos de los pretendidos artistas de hoy, un gesto compulsivo y enérgico que no rehuye la ironía, la parodia y la autorreferencialidad, pero también es al mismo tiempo una decidida declaración de principios a favor de las posibilidades de la pintura, un bizarro enfrentamiento con la superficie desnuda del lienzo, un profundo nexo de unión con los pigmentos, los materiales y los objetos. Los cuadros de gran formato expuestos en esta ocasión, todos del mismo tamaño y pertenecientes a una serie homogénea realizada el año pasado, están hechos con una variada gama de elementos: óleo, acrílico, arena, spray, collage, indicadores de la libertad de actuación de este artista que, por encima de cualquier otra afinidad estilística y conceptual, es un heredero consciente y heterodoxo de los lenguajes del expresionismo abstracto y del informalismo, sobre todo de su vertiente catalana, aunque también asoman algunos guiños de complicidad con cierta pintura irónica de los ochenta (por ejemplo, con algunos cuadros de Ferrán García Sevilla), principalmente cuando pinta largas líneas onduladas que recorren una parte de la tela, o bien hojas, plantas y rostros esquemáticos que parecen máscaras, o bien palabras que de manera simultánea funcionan como signos abstractos o significantes portadores de sentido. Al margen de que los formatos, la explosión cromática y el abigarramiento compositivo pudieran asimismo ponerse en relación con la obra de la primera mitad de los ochenta de Julião Sarmento, los cuadros de Celorrio destacan por (y a este respecto podría servir de referencia el titulado Los huevos del arte) la remarcada huella gestual, las muestras de actuación inconsciente y azarosa, la destreza técnica en el empleo combinado de los distintos materiales, el uso de símbolos universales (como, por ejemplo, la cruz) y el horror a dejar espacios vacíos en el plano del lienzo. Pero también hay otros casos, como en Evento sin mojarse el culo y con cenefa, en los que el diálogo se establece entre el gesto accidental y el elemento intelectual, entre las fuerzas primarias de la naturaleza y el orden racional de la civilización, o en los que, como en Galerista-torero en floración, rompe el espacio continuo del plano, disponiendo sobre un fondo rojo un paño negro que rebasa ampliamente los extremos superiores del cuadro (vinculándolo así con el espacio circundante) y pegando en la zona inferior otro cuadro, con lo que, además de ocultar parte de la composición, genera un nuevo espacio sobre el que también es posible la creación.
©Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 5 de noviembre de 2001
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