El gusto del mercado

El Palacio Episcopal acoge la obra seleccionada en el V Certamen Unicaja de Artes Plásticas

Técnicas diversas. V Certamen Unicaja de Artes Plásticas.

Palacio Episcopal. Málaga. Plaza del Obispo, s/n. Hasta el 16 de enero de 2000.

Probablemente no exista hoy en España ningún certamen de estas características ni de otras cualesquiera que permita tomar de manera fiable el pulso y sirva de barómetro respecto del estado de creatividad y predicción a medio plazo en el ámbito de las artes plásticas, y ello no tanto por la diversidad y abundancia de las nuevas propuestas, en rigor mucho más aparentes que efectivamente reales, cuanto por el desconocimiento y ocultamiento en que involuntariamente se mantienen no pocas de las ofertas más interesantes. Si de algo nos informa este tipo de convocatorias, aunque limitadas por su propia naturaleza, es de la tendencia general de los gustos del mercado: tan uniformes y repetitivos han llegado a ser en todos los sitios. Porque, si alguna prosaica novedad parece haberse consolidado durante el decenio que agoniza, es el artificioso, voluble, uniformador y groseramente epatante dicterio de galerías, curadores y críticos, interesados o domeñados por el valor de cambio y las gélidas leyes que rigen el mundo de la mercancía, y que ha venido a sustituir la pasión por el conocimiento, la actitud crítica frente a lo que encorseta a los hombres y el gozo de la contemplación de la belleza, la cual se manifiesta no sólo en el equilibrio y en la armonía, sino también en las turbulencias que emanan de las profundidades del espíritu. Se confunde el anhelo investigador y la inclinación experimental de los tiempos de la vanguardia hasta el punto de que cualquier producto intrínsecamente inacabado, mera ocurrencia frívola de las interminables horas estériles de taller, se entroniza sin ningún pudor como obra digna de ser exhibida, estando más bien lista para el consumo; se descuida el aspecto artesanal de lo bien hecho, incluso cuando resulta imprescindible por la naturaleza física y el ensamblaje de los materiales empleados; se prescinde de la substancia intelectual del concepto y de la síntesis del pensamiento, que se ven suplantados por un discurso narrativo y retórico adocenado y vacío de contenido; se huye de la práctica de la pintura como si fuese algo estéticamente incorrecto; se contemporiza con lo políticamente correcto y el dictado de la globalización; se le arrogan a la fotografía unas propiedades que son patrimonio del sutil e inefable misterio de la pintura pura; se mistifican, en fin, las posibilidades de la computadora y de las técnicas de digitalización, confundiendo el medio con el propósito estético y recurriendo a insulsos ejercicios seudoexperimentales o de animación embobados por el uso narrativo de la imagen.

Las precedentes consideraciones, necesariamente esquemáticas y a mi juicio de aplicación generalizada al estado de las artes en occidente, no deben impedirnos admitir la calidad de numerosas obras coetáneas, como es el caso de algunas de la presente muestra, entre las que destacaría los lienzos de Giralt, cuyo denominador común es la húmeda frondosidad del color, un color denso, suntuoso y de tonos ácidos dispuesto con elegancia, refinamiento y sabiduría; los cuadros de Lanzillotta, Martínez Ureta, Din Matamoro, Ruiz Ortega y Zurita Álvarez; la escultura de alambre de hierro retorcido de Jesús Marín y la instalación de Joaquín Ivars.

©Enrique Castaños Alés

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 15 de enero de 2000