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Diversidad y eclecticismo El certamen anual de Unicaja se consolida bajo el signo de lo ecléctico y diverso Técnicas diversas. IV Certamen Unicaja de Artes Plásticas. Palacio Episcopal. Málaga. Plaza del Obispo, s/n. Hasta el 17 de enero de 1999. Firmemente consolidado desde la anterior edición, este IV Certamen Unicaja de Artes Plásticas que cada año convoca la saneada institución financiera andaluza ofrece ya signos suficientemente claros que permiten entrever cuáles serán casi con toda probabilidad sus dos principales señas de identidad en el futuro: la diversidad y eclecticismo de las propuestas, rasgos distintivos que no tienen por qué sorprender en un concurso de sus características, por su propia naturaleza —abierto como está a todo tipo de trabajos, realizados en cualesquiera técnicas y soportes— abocado a reflejar el extraordinariamente variado, dúctil y fluctuante panorama actual del arte contemporáneo, donde los géneros tradicionales cada vez se diluyen más, los creadores revisan con ansiosa insistencia las conquistas de la vanguardia histórica y de la neovanguardia y se entremezclan, a veces con unos resultados que provocan el desconcierto, lenguajes procedentes de tendencias opuestas. Asimismo, la credibilidad y prestigio indudables que el certamen ha alcanzado en tan corto periodo de tiempo vienen avalados no sólo por la extensa nómina de participantes, en la que es considerable la presencia de autores provenientes de todos los rincones de la geografía española e incluso de otros países, rompiendo así, si es que alguna vez llegaron a condicionarlo, definitivamente los estrechos límites del ámbito local para convertirse en un acontecimiento de referencia, sino por el rigor y ponderado equilibrio de juicio empleados en la selección de obra, además del atractivo que supone para los artistas que la convencional entrega de unos premios en metálico haya sido aquí sustituida desde el principio por la adquisición por parte de la entidad patrocinadora de un número determinado de piezas, catorce en esta ocasión, con lo cual se potencia de paso el coleccionismo de arte contemporáneo, una práctica todavía embrionaria en nuestra comunidad autónoma. Los datos más llamativos de esta edición quizá sean la alta densidad de objetos que usan la técnica fotográfica, la escasísima representación escultórica y la creciente dificultad de la pintura en seguir ocupando un puesto preeminente en el heterogéneo y acomodaticio paisaje de la creación contemporánea del fin de siglo. A pesar de ello, y por paradójico que parezca, mis preferencias continúan estando en esta práctica consubstancial con la necesidad de expresión humana desde los tiempos más remotos: los lienzos de Din Matamoro, ensoñados paisajes cargados de simbolismo y exponentes de un terso romanticismo crepuscular, los espléndidos óleos sobre cartón satinado de Rodríguez Silva, de un minimalismo y una intensidad espiritual imbuida de estética japonesa, y, de manera muy especial, los soberbios papeles realizados con tinta india de la finlandesa Merja Ylitalo, cuyas formas lechosas, también inspiradas en la pintura sobre seda del extremo oriente, semejan mapas espirituales del cosmos y ofrecen singulares concomitancias con ciertas obras del expresionismo abstracto norteamericano. ©Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 2 de enero de 1999
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