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Una mirada pop sobre el bodegón barroco Pintura. Eugenio Chicano. Visitación al bodegón clásico. Museo Municipal de Málaga. Jardines de la Coracha. Hasta el 17 de diciembre de 2006. Vinculado claramente al pop desde al menos 1968, la producción de Eugenio Chicano (Málaga, 1935) se ha caracterizado desde entonces por explorar diversos territorios y lenguajes de la imagen popular, desde la llamada «crítica de la realidad» hasta otros que lo vinculaban al Lichtenstein de las viñetas de cómic, aunque también ha atravesado etapas, por ejemplo la serie Poética de un fotograma, de los primeros ochenta, que lo acercaron tangencialmente al fotorrealismo. Lo que quiero decir es que siempre ha sido fiel Chicano a una poética pop de nítidos códigos visuales y perceptivos de reconocimiento, cuyos signos ofrecen explícitas connotaciones históricas, sociológicas y simbólicas. Pero también ha sido Chicano, dentro de la tendencia, y ello lo relaciona en cierto modo con el Equipo Crónica, un pintor que lleva a cabo una relectura de ciertas obras del pasado, pero no tanto, como en los Crónica, ofreciendo una crítica del presente a través de cuadros de la época clásica, cuanto tratando de conjugar lenguajes distintos en el mismo lienzo, mostrando las posibilidades de coexistencia plástica entre lo contemporáneo y lo clásico o lo barroco. Esto es lo que hace ahora, en esta extraordinaria serie de más de treinta acrílicos de gran formato en la que «visita» el bodegón clásico y, sobre todo, barroco, uno de los géneros más conspicuos de aquel tiempo, al que Chicano se acerca no sólo con una mirada culta, con un amplio y sorprendente conocimiento de la Historia del Arte, sino con una técnica excelente, plena de oficio pictórico, sabiendo usar con maestría incontestable todos los recursos del pintor. Porque, al fin y al cabo, lo que Eugenio Chicano trata en el fondo de decirnos con esta muestra es la plena vigencia de la pintura, ese modo de expresión connatural al hombre en permanente transformación. Y lo hace con un doble homenaje y un guiño posmoderno o actual. El doble homenaje se refiere a las aludidas naturalezas muertas y a Picasso. Todos los fondos de estas pulcras y magistralmente construidas composiciones son picassianos, bien se trate de la silueta de La Californie, la residencia de Picasso en Cannes tantas veces representada por el pintor en su obra de los cincuenta y sesenta, bien sean las variaciones sobre Le déjeuner sur l’herbe de Manet, o las naturalezas muertas cubistas, especialmente las pintadas por Picasso entre 1914-15, como esa en donde los puntitos de color de los planos recortados son una muestra de la capacidad que tenía Picasso para asimilar inmediatamente aquello que veía y le interesaba, en este caso la obra de Severini. Los fondos picassianos de los cuadros de Chicano son un homenaje y una fiesta, esto es, revelan cómo ha disfrutado el pintor haciéndolos. Después están los bodegones propiamente dichos, en los que Chicano sabe distinguir maravillosamente entre la intención realista de Caravaggio, con su sutilísima alusión a la fragilidad de la existencia en la Cesta de frutas que hay en Milán, y la atmósfera metafísica y trascendente que impregna los profundísimos óleos de Sánchez Cotán. Pero lo extraordinario es la traducción que hace el pintor, esa «chicanización» a la que se ha referido con penetrante inteligencia Juan Antonio Sánchez López, es decir, «reducir» los bodegones de los pintores del pasado elegidos a sus líneas esenciales, volúmenes y planos, sin descuidar el tratamiento de las texturas y calidades de los objetos, a base de transiciones tonales y empleo de las luces y de las sombras, como en esa maravillosa porcelana de Chardin recreada por Chicano. Y, por último, el iconema cibernético, que además de la complicidad con la actualidad tecnológica, amplía las connotaciones simbólicas de los cuadros.
© Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 24 de noviembre de 2006
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