El secreto rumor de la materia

Una estupenda selección de lurras, gravitaciones y obra gráfica del gran escultor vasco.

Escultura, collage y grabado. Eduardo Chillida.

Sociedad Económica de Amigos del País. Málaga. Plaza de la Constitución, 7. Hasta el 22 de noviembre de 1997.

En un bellísimo y, a la vez, penetrante texto sobre la obra de Eduardo Chillida (San Sebastián, 1924), decía Octavio Paz en 1979 que «sus esculturas no reflejan los cuerpos de la geometría en un espacio intemporal, pero tampoco Eduardo Chillida. " Lurra G-322 ", 1995. 20 x 24 x 14 cms. aluden a una historia o a una mitología: evocan, más bien, una suerte de física cualitativa que recuerda a la de los  filósofos presocráticos». Hay, en efecto, una contundente e insoslayable presencia de la materia   —trátese del hierro, del acero o de la piedra—, mejor dicho, de su aspecto más estrictamente físico en toda la producción del guipuzcoano, quien en repetidas ocasiones ha expresado con firmeza la idea de que sin materia no existe el arte, pero, al mismo tiempo, con igual rotundidad, sentimos cómo la materia es trascendida, desvelada su energía interior, liberada el alma y la vida que contiene aprisionadas   —la influencia de oriente—   por mediación de las manos y la intuición del artista, que se ciñe a interrogarla, penetrarla, sustraerle y sacar a la luz su secreto más profundo, observando sin descanso y dialogando de tú a tú con las fuerzas y elementos de la naturaleza, tema esencial de su creación. Porque, al hilo de lo que sugiere el poeta mexicano, el rasgo más genuinamente presocrático del escultor donostiarra es, no el de ofrecer respuestas, sino el de formular preguntas, a través de la materia, de la luz, del espacio, sobre todo el espacio interior, y de la idea de límite, que es la manera como Chillida traduce el verbo y la palabra del poeta, el pensamiento del filósofo, en nuda forma plástica.

Sería un error creer que el desarrollo de estos conceptos necesita ineludiblemente de la gran escala para transmitir la idea y la sensación de monumentalidad, peculiar carácter de toda la obra del escultor vasco que deriva no del tamaño de las piezas sino de la concepción misma del espacio que representan, así como de su inserción en el espacio que las acoge y las dota de presencia y sentido. Para corroborarlo, nada mejor que acercarse a esta muestra, integrada por una extraordinaria selección de lurras, gravitaciones y grabados. Las lurras (término que significa «tierra» en eusquera) están realizadas en tierra chamota, un material arcilloso que se granula y puede cocerse a altas temperaturas, adquiriendo una consistencia granítica. En ellas, con su particular alquimia en donde parecen resonar los ecos de los cuatro elementos, la poética chillidiana del espacio interior obtiene perfiles de una intensa emoción. En las gravitaciones, singular modo de empleo de la noción de collage donde sólo se usan el blanco y el negro, cual metáforas de una dialéctica cósmica, Chillida redime y otorga cualidad estética a un material de por sí humilde y sencillo, hojas de papel de rugosa textura hecho a mano y recortado, cuyo ensamblaje (por el que los planos gozan de completa autonomía) y suspensión inciden delicadamente sobre los conceptos de levedad y gravitación, tan recurrentes en la obra de este autor, sea en dos o en tres dimensiones. En cuanto a los grabados, según advierte él mismo, prolongan de modo natural una línea de reflexión en el plano de las obsesiones que determinan el conjunto de su obra escultórica.

©Enrique Castaños Alés

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 15 de noviembre de 1997