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Una lectura de la vanguardia Pintura. José Manuel Ciria. El dueño del tiempo. Pedro Peña Art Gallery. Marbella. C. C. Tembo, bloque B, local 1. Hasta el 30 de septiembre de 2006. A José Manuel Ciria (Manchester, 1960) le conocemos principalmente como un pintor abstracto influido por el subjetivismo expresionista de la Escuela de Nueva York, esto es, un pintor que se siente muy a gusto con el gesto amplio, el trazo y la mancha, y al que le fascinan el dripping y la action painting, máximas expresiones del triunfante estilo estadounidense de la posguerra. Ciria es, además, un pintor-pintor, un pintor químicamente puro, que vive inmerso por completo en esa aventura incomparable que es la pintura; de ahí su interés consustancial con el tratamiento del espacio y el ordenamiento de las formas, la composición y el equilibrio de las masas, el color, la plasmación de fuerzas contrapuestas como lo centrífugo y lo centrípeto, la tensión y el movimiento, lo estático y lo suspendido, y muchas otras categorías, conceptos y elementos conceptuales y plásticos que forman parte intrínseca de la tarea de la pintura. Pero eso no impide que hace poco más de un lustro hiciera una atrevida exploración en la pintura figurativa. Ahora, con la serie Post-Supremática, vuelve de nuevo a la figuración, pero lo hace de un modo muy peculiar e incluso transgresor. Para empezar, su fuente de inspiración no es un pintor figurativo típico, sino uno de los artistas abstractos más radicales del siglo pasado, Malevich, el creador del suprematismo. Con este descubrimiento, la pintura, según Malevich, asume el «canon supremus», es decir, la ley superior no relacionada con el estado emocional del pintor o del espectador, construyéndose así «un sistema en el tiempo y en el espacio que, independientemente de cualquier belleza estética y emocional, es más bien un sistema filosófico sobre el color y la realización de nuevos movimientos imaginados». Sin embargo, hacia 1928 Malevich, en las obras del llamado «segundo ciclo de campesino», inició un nuevo trabajo de reconstrucción de su producción anterior al suprematismo, sin perder éste de vista. Es con este trabajo con el que conecta Ciria. El pintor español es muy consciente de que los campesinos de Malevich de esa época son un profundo rechazo de la uniformización y despersonalización a las que había llevado el totalitarismo sangriento del régimen stalinista. Con todo, Ciria prescinde del referente ideológico y atiende a cuestiones estrictamente formales; tan es así que elimina en muchas de sus composiciones el color, quedándose con una gama de blancos, negros y grises. Todos los cuadros de la serie, a pesar de estar en el inicio de esta nueva indagación e investigación, son de una gran hermosura, sobrios, equilibrados, contundentes, presididos por el dominio de lo estructural. En los fondos y en el interior de los miembros de las figuras-maniquíes reconocemos su vocabulario y gramática característicos: el magma matérico de la pintura. Pero ahora conviviendo espléndidamente con la geometría, con la simetría y con el orden del cosmos. © Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 15 de septiembre de 2006
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