Estructuras del deseo

Varios pintores actuales homenajean a uno de los géneros más singulares de la tradición artística occidental

Pintura. El bodegón. Colectiva.

Galería Alfredo Viñas. Málaga. C/ José Denis Belgrano, 19. Hasta el 18 de enero de 2000.

 

Esta pequeña y encantadora muestra, junto a la escogida selección de autores que propone, algunos de ellos muy jóvenes y todavía poco conocidos entre el público aficionado, reaviva la fascinación por la naturaleza muerta en general y la contemporánea en particular. Constituido con inusual prontitud en sus principales rasgos formales y simbólicos desde su invención misma alrededor de 1600 como género independiente, el bodegón, que según la concisa y acertada definición de Margit Rowell es fundamentalmente un sistema visual y significante de objetos elegidos y organizados en un campo espacial, refleja en su evolución durante estos cuatro siglos no sólo la personal visión del mundo y las innovaciones técnicas introducidas por los artistas que lo han venido practicando, sino también y sobre todo los profundos cambios en el modo de representación de las distintas épocas, siendo en este sentido la nuestra, esto es, la centuria que ahora agoniza, la responsable de su transformación más radical, no tanto, aunque también, durante el período de la vanguardia heroica cuanto a partir de 1950. Pues si bien es verdad que el primer tercio de siglo asistió a revoluciones en los modos de representación tan violentas como la aparición del principio collage y los ready-mades duchampianos, aquel sistema de objetos que era la naturaleza muerta como «un sistema narrativo que se corresponde con una estructura del deseo» continuó siéndolo en gran parte hasta que la generación de artistas estadounidenses y europeos que alcanzó su madurez a mediados de siglo, en no poca medida como consecuencia de volver su mirada a lo hecho por Duchamp y por efecto de la irrupción de la moderna sociedad de consumo, estableció una drástica cesura con los anteriores códigos narrativos, formales y semánticos.

Demasiadas cosas han ocurrido desde entonces en el ámbito de las artes visuales, no siendo ni mucho menos fútiles entre ellas la desaparición del espíritu de vanguardia, la compulsiva revisión del pasado, la asunción del eclecticismo como paliativo a la carencia innovadora y el naufragio generalizado de la pintura. Todo eso lo saben y lo asumen sin disfraces cada uno de los artistas aquí representados, deliberadamente escogidos por su condición unánime de pintores. Entre ellos, merecen ser destacadas las obras de García Pfretzschner, cuya sobriedad compositiva, casi minimalista, de resonancias arquitectónicas y desnuda materia poética nos evocan a Morandi; las vanitas de Alberto Sánchez con el tema predominante de la calavera, antes deudoras de la reinvención del memento mori llevada a cabo por un G. Richter que del tratamiento de ese asunto en la pintura clásica; los irónicos bodegones de H. Molero, inmersos en el lenguaje del pop y del cómic; los objetos de Forns Bada, llenos de guiños al surrealismo y a los paisajes metafísicos de De Chirico; las naturalezas muertas fragmentadas, en fin, de Carlos Durán, a modo de mosaicos de intenso colorido donde se depositan algunos de los restos del paganismo contemporáneo y que presagian un cambio de rumbo en su displicente experimentalismo de los últimos años.

©Enrique Castaños Alés

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 8 de enero de 2000