Pensamientos sobre el plano

El blanco de la tela y la preeminencia de la línea vincula las creaciones de Xisco Mensua, José Manuel Vela y Jesús Zurita

Pintura. Xisco Mensua, José Manuel Vela, Jesús Zurita.

Galería Alfredo Viñas. Málaga. C/ José Denis Belgrano, 19. Hasta el 2 de julio de 2001.

 

Completamente distintas entre sí, las obras de Xisco Mensua (Barcelona, 1960), José Manuel Vela (Madrid, 1968) y Jesús Zurita (Ceuta, 1974) escogidas por la galería Alfredo Viñas para su última exposición de la temporada, ofrecen sin embargo dos rasgos comunes, más en relación con el método y con el planteamiento general del discurso pictórico, que sin duda justifican su comparecencia conjunta: el fondo blanco del lienzo, enfatizando en unos casos las formas y otorgándoles una cierta calma poética en otras, y la preeminencia del dibujo, de la línea, sobre todo en su calidad de instrumento para alcanzar la síntesis.

Esta búsqueda de la síntesis es particularmente evidente en la producción de Xisco Mensua, caracterizada por su condición de pintura dibujada, esto es, en la que la línea se erige en vehículo expresivo del discurso, atemperándolo, forzando la economía de los recursos, sugiriendo cuerpos y volúmenes con unos pocos trazos, contraponiendo el negro de los contornos y de las siluetas al blanco del fondo, un fondo que es al mismo tiempo el espacio de la composición, construido casi sin parámetros visuales, sino sólo con la presencia de los objetos y las figuras. La obra de Mensua, cuyos contenidos recuerdan el cosmos icónico de Chema Lumbreras, evoca por lo general un mundo íntimo, de objetos y escenas cotidianas, sin más pretensión que dejar constancia del transcurrir del tiempo, aunque otras veces el lienzo se convierte en una suerte de palimpsesto donde se agolpan y superponen figuras e imágenes de cuadros de los grandes maestros de la historia de la pintura, como si ese perímetro concreto de la tela tuviese propiedades mágicas similares a las de las cavernas paleolíticas.

José Manuel Vela, cuyas obras presentan fragmentos, principalmente rostros, que podrían recordarnos a Zush, se mueve entre la cordura y la locura, en un territorio deudor de las conquistas del automatismo psíquico, es decir, generando imágenes que brotan del subconsciente, imágenes desenfrenadas y caóticas, entretejidas de numerosos signos, pero sin perder la conexión con la realidad, pues, como recalca Werner Hofmann a propósito del significado del término «surrealismo», esta palabra no ha de entenderse como «un más allá de la realidad», sino como una superrealidad en la que, al decir de Breton, se funden «los dos estados, aparentemente opuestos, que son el sueño y la realidad». Mucho de surreales tienen estas abigarradas, densas y barrocas composiciones de José Manuel Vela, admirador unas veces de Masson, otras de Penck, aunque siempre con una dicción pictórica personal en la que la agresiva nitidez del trazo negro se subraya con líneas y zonas de rojo, sin perder nunca el contacto con lo primigenio e infantil.

En cuanto a Jesús Zurita, lleva a cabo una extraña e inquietante combinación entre formas orgánicas, blandas, abiertas, que parecen tener la capacidad de sentir el dolor, y objetos inertes, insensibles. La amplitud de los espacios, pero sobre todo la tensión armónica entre la línea estilizada y las masas pulcramente dibujadas, destacando los volúmenes y las sombras, conceden a estas obras un lejano aire de estética oriental, próximas al vacío y a la siempre inalcanzable plasmación de la nada.

©Enrique Castaños Alés