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El peso de la historia Fotografía y vídeo-instalación. Hannah Collins. Centro de Arte Contemporáneo. Málaga. C/ Alemania, s/n. Hasta el 4 de enero de 2004. Artista interdisciplinar que
ha centrado hasta ahora su trabajo sobre todo en la fotografía y en el cine
documental y experimental, Hannah Collins (Londres, 1956) ofrece en esta
importante muestra algunas de sus últimas creaciones en aquellos medios. Las
fotografías corresponden a tres series distintas, In the Course of Time,
Life on Film y Medir la Verdad, siendo sus enormes formatos la
característica más sobresaliente que en principio las une. Es una escala prácticamente
real, que introduce literalmente al espectador en el tema fotografiado, pero que
al mismo tiempo establece de manera paradójica una distancia, una barrera,
derivada quizás de una sutil atmósfera de desasosiego, de un clima espiritual
perturbador. Ello es especialmente notable en la primera de las series, inmensas
fotografías de más de siete metros de gelatina de plata sobre algodón en las
que la autora captura paisajes muy concretos de Polonia. En unos, los realizados
en la que fue la principal zona industrial de ese país, la Alta Silesia, se
percibe a través del solitario paisaje nevado los vestigios y los elementos
todavía activos de una industria de desastrosas consecuencias medioambientales,
aunque la sutileza de estas grandiosas composiciones está quizás en la
silenciosa percepción de la opresión, de la privación de libertad de un
pasado reciente. La más opresiva imagen es la de la carretera que conduce a
Auschwitz, una de las fotografías más sobrecogedoras del último decenio,
precisamente por lo que insinúa, por los terribles pensamientos que provoca en
el espectador esa carretera que parece no tener fin, pero que en realidad
conduce al paradigma del sufrimiento infinito, aquel del que ni siquiera es
posible hablar, porque nos atenaza la culpa. Las otras dos series tienen un marcado carácter de documento antropológico, de interés, por un lado, en los acusados contrastes de las grandes metrópolis de la India, especialmente Calcuta, donde multitud de razas y de creencias conviven entre el lujo y la más absoluta miseria, como en esa imagen compuesta según los cánones clásicos de la perspectiva renacentista en la que los anónimos personajes fotografiados miran fijamente a la cámara, como interrogando al Progreso, a lo que supuestamente ofrece Occidente, y, de otro lado, en la vida nómada, ambulante, de los gitanos. Precisamente sobre los modos de comportamiento, cultura y costumbres de estos últimos en Barcelona es la película La Mina, donde la simultaneidad de cinco proyecciones en otras tantas pantallas es un recurso técnico y metodológico muy apropiado para transmitir la dispersión de una cultura, las contradicciones a las que tiene que enfrentarse en los arrabales de hormigón donde sólo encuentra desarraigo. © Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 8 de diciembre de 2003
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