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El árbol simbólico de Carmen Cólogan Pintura. Carmen Cólogan. Casa Fuerte de Bezmiliana. Rincón de la Victoria (Málaga). Avda. Mediterráneo, s/n. Hasta el 9 de abril de 2006.
Licenciada en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid, Carmen Cólogan (San Cristóbal de la Laguna, Tenerife, 1959) es una pintora de técnica limpia y depurada y colores saturados que se ha interesado primordialmente por el tratamiento y la definición del espacio en sus composiciones. En la presente muestra, ese interés está acompañado de un elemento profundamente simbólico: el árbol. Pero en su caso no se trata de cualquier árbol, sino del más emblemático del archipiélago canario, el drago, una planta arbórea de tronco leñoso cuya especie es la «dracaena draco». El drago es un árbol que aparece en Hesíodo en relación con uno de los trabajos de Heracles, la captura de las manzanas de oro del Jardín de las Hespérides. La conexión del relato mitológico con la pintura de Cólogan es inexcusable, pues algunos autores situaban las islas Canarias en ese Jardín. Para conseguir las manzanas, Heracles debió convencer antes a Atlas para que matase al dragón que las custodiaba. El relato nos cuenta que de cada gota de sangre que manó de las heridas mortales del dragón, brotó un drago, con lo que el monstruo se perpetuó en sus hijos vegetales. El drago es un árbol que el propio Hieronymus Bosch situó en el panel central de El Jardín de las Delicias, el que muestra los más diversos placeres, y enfrentado por tanto con el árbol de la vida plantado en medio del Paraíso y rodeado del río de cuatro brazos del panel de la izquierda. También otro insigne pintor canario, el surrealista Óscar Domínguez, lo introdujo en la iconografía de la vanguardia. Carmen Cólogan tiene en cuenta todas estas referencias míticas y literarias, pero, además, las dota de un hondo simbolismo, un simbolismo en cualquier caso más estrechamente vinculado con el vocablo «árbol» en cuanto símbolo de la vida en permanente evolución y en ascensión hacia el cielo, evocación de todo el simbolismo de la verticalidad. Aparte del carácter cíclico de la evolución cósmica, el árbol pone en comunicación los tres niveles del cosmos: el subterráneo, a través de sus raíces; la superficie de la tierra, a través del tronco y sus primeras ramas; el cielo, a través de su cima y de sus ramas superiores. Los espacios donde la pintora ubica el drago son espacios interiores, estancias de arquitectura lineal y geométrica que se comunican unas con otras, a través de cuyos vanos se proyecta una luz intensa, blanca o amarillenta. En la obra sobre papel, de una limpieza y exquisitez llenas de profundo lirismo, los colores planos, rojos, verdes, naranjas, ocres y azules, definen los contornos espaciales, metáforas quizás de los recovecos interiores del sujeto humano, en busca de la luz del espíritu y de la comprensión del ciclo misterioso de la vida cósmica. © Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 7 de abril de 2006
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