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Espacios de oscuridad y de luz Pintura. Rosa Correia. El Gabinete de Hyde. Málaga. C/ Nosquera, 9-11. Hasta el 15 de abril de 2006. De formación autodidacta, Rosa Correia (Meknes, Marruecos, 1964) se ha orientado desde siempre por una pintura figurativa, progresivamente preocupada por el detalle, pero que, ni por la importancia concedida a las texturas ni por el modo de representar los objetos y las personas, puede ser confundida con el hiperrealismo. Bien es verdad que se vale de fotografías hechas por ella misma, pero el uso que hace de ellas es ajeno por completo al fotorrealismo, entre otras cosas porque no emplea colores planos. Sí, en cambio, podrían vérsele influencias de algunos pintores pop, especialmente del James Rosenquist de principios de los sesenta, no por la yuxtaposición que entonces hacía de diversas imágenes con la esperanza de que surja de ello algo significativo, sino por el tratamiento de los rostros y de los cuerpos femeninos como si fueran carteles antiguos de cine pintados a mano. El sombreado que vemos en el rostro de mujer del célebre cuadro de Rosenquist I Love You Witt My Ford, de 1961, es el que ha servido también para configurar, aunque de un modo menos difuminado, Los gusanos no tienen sexo, de Rosa Correia, un espléndido óleo con evidentes connotaciones sexuales pero en el que sobre todo destaca el rubicundo desnudo sobre un fondo oscuro. Porque si hay un interés primordial en los cuadros actuales de Rosa Correia es sin duda el empleo de la luz, mejor dicho, la contraposición entre la luz y la oscuridad, una preocupación plástica evidentemente de procedencia barroca, más concretamente caravaggista, que ella no tiene ninguna intención de ocultar. Pero, a diferencia de Caravaggio, en cuyos cuadros generalmente el foco del que procede la luz se encuentra fuera del campo visual, Rosa Correia muestra en este punto su predilección por los pintores franceses de la primera mitad del siglo XVII influidos por Merisi, especialmente Georges de la Tour, en cuyas composiciones la fuente de luz se encuentra dentro del cuadro mismo, bien sea una vela o un farol encendido. Eso mismo hace Correia en la serie de lienzos dedicados a interiores de grutas o de cavernas, unos cuadros, además, de un extraño simbolismo que quizás esté relacionado con la búsqueda interior del propio sujeto. Pero Rosa Correia es, junto a lo anterior, una pintora que muestra también en sus lienzos una mirada muy cinematográfica, directamente inspirada en el cine o en ese pintor estadounidense tan peculiar que es Edward Hopper. Ambos puntos de vista pueden comprobarse en Esperando a la noche y La casa encantada, ambos con una temática que muestra claras preferencias extraídas del cine de Hitchcock. En el primero un anciano inválido espera la caída de la noche sentado en una silla de ruedas con un gato entre los brazos y recortándose su figura sobre un bosque de cruces de un cementerio. En el segundo, una conocida construcción del extrarradio malagueño adquiere connotaciones propias del cine de terror psicológico del maestro británico. © Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 7 de abril de 2006
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