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La lucidez paranoico-crítica Escultura, pintura, dibujo, grabado y objetos. Salvador Dalí. Centro de Exposiciones de Benalmádena. Avenida de Antonio Machado, 33. Hasta el 13 de octubre de 2002. Magnífico escritor dotado de
un verbo fluido, aguda ironía e irreverente crítica, original y lúcido
pensador teórico capaz de las más imprevistas asociaciones sintácticas y de
las más fértiles interpretaciones semánticas, Salvador Dalí (1904-1989), aun
sin haber creado ningún objeto artístico ni ninguna obra plástica en toda su
vida, ocuparía sin duda un lugar destacado e influyente entre los autores de la
vanguardia histórica del siglo veinte. La
exposición organizada por el Centro de Exposiciones de Benalmádena reúne un
nutrido grupo de obras que abarcan prácticamente todo el arco cronológico de
la actividad del artista, desde pequeños dibujos de la más temprana juventud
hasta piezas de los años postreros, cuando su proverbial inteligencia y
tumultuosa capacidad creadora estaban ya bastante mermadas. El rasgo más
sobresaliente que distingue a la mayoría de las realizadas a partir de finales
del decenio de los veinte es, o bien el empleo directo del método paranoico-crítico,
o bien la perceptible evidencia de su poderoso influjo indirecto desparramado
por doquier. Sabido es que ese originalísimo método constituye no sólo el núcleo
esencial de la excepcional aportación de Dalí a la iconografía del siglo
pasado, sino el más acendrado ejemplo de su distanciamiento teórico respecto a
la ortodoxia surrealista de Breton. En efecto, frente al automatismo psíquico o
la escritura automática, que eran los modos principales entrevistos por Breton
para traducir las pulsiones del subconsciente, Dalí propugnaba partir de la
realidad física y material, a través de imágenes por completo distintas
asociadas entre sí, para ahondar e interpretar los abismos de la
irracionalidad, empleando también en ocasiones las dobles imágenes para poder
ser fiel a la metamorfosis permanente del mundo. De ahí su realismo
academicista, aunque también puede éste explicarse por su afán en extender la
comprensión de su proceder y de su interpretación a un amplio público. Además de algún que otro objeto de funcionamiento simbólico, una de las piezas de la muestra donde mejor se explicita lo anterior es aquella en la que, entre otros subelementos, se incluye una representación escultórica del Ángelus de Millet, lienzo emblemático del realismo francés decimonónico que le obsesionó toda su vida, convencido de que, por debajo de la aparente escena idílica de temática religiosa, se escondía una terrible verdad entretejida de tabúes y prohibiciones: la presencia de la muerte (en realidad, rezan ante la tumba de su hijito muerto), la lucha de los sexos, la socialización del individuo.
©Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 16 de septiembre de 2002
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