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El territorio transdisciplinar de David Delfín Instalación y vídeo. David Delfín. Centro de Arte Contemporáneo. Málaga. C/ Alemania, s/n. Hasta el 29 de agosto de 2004. Lo
menos que puede decirse de la propuesta artística ofrecida hasta este momento
por David Delfín (Ronda, 1970) y la manera que tiene de afrontarla, es que
resultan atípicas e insólitas en el panorama del arte español contemporáneo.
A partir de una personal caligrafía que fue dejando su impronta en sus primeros
diseños de prendas de vestir, este heterodoxo y en cierto modo «maldito» diseñador
de moda ha ido construyendo una elaborada propuesta en la que lo mismo recurre a
imposibles vestidos en los que se altera la habitual colocación de las
distintas partes de la prenda, a desfiles que se acompañan de voces
insondables, abismales y próximas al origen del mundo, a performances, vídeos,
instalaciones, dibujos y danzas coreográficas en las que da rienda suelta a su
imaginario. Por una extraña razón, cuando se ve desfilar a sus modelos en la
pasarela, con camisas cuyo cuello cubre hasta arriba la cabeza, con corbatas
negras que son casi el único adorno del cuerpo, con sogas de ahorcado colgadas
del cuello, al espectador le invade una especie de desasosiego, producido quizás
por lejanas evocaciones del horror de la pena de muerte. Porque lo que resulta
evidente es que David Delfín da rienda suelta en esos diseños a sus fantasmas
interiores, a sus miedos y a su particular visión del mundo actual. Pero lo
hace a través del cuerpo, hasta el punto de que en sus diferentes
intervenciones, en las que usa simultáneamente técnicas muy distintas, podría
incluso hablarse de body art como extensión de un «arte de
comportamiento», un «arte del cuerpo» entroncado con las preocupaciones
fenomenológicas de Husserl y de Merleau-Ponty, es decir, donde el cuerpo se
convierte no sólo en un territorio autónomo, con sus propios deseos y
necesidades, independiente de la esfera de la subjetividad, sino en un ser
incardinado en una cultura determinada y en una tradición de pensamiento. En
cuanto al uso que David Delfín hace en esta y en otras intervenciones del vídeo,
cuya imagen dinámica contribuye a subrayar la perspectiva temporal de la
percepción y del comportamiento, se advierten paralelismos, por ejemplo, con
Dam Granham, para quien tanto el film como el vídeo se relacionan con el
proceso propio del cerebro y con los mecanismos del aprendizaje, esto es, hay
una preocupación por la sucesión temporal y por la desmaterialización del
objeto. Mayor interés tiene la
relación de David Delfín con las tendencias del body art que niegan la
imagen del cuerpo en las sociedades del capitalismo tardío, entronque que nos
lleva a ponderar la vinculación del creador rondeño con el psicoanálisis
freudiano y, en general, con el surrealismo. Entre las numerosas referencias y
citas cultas procedentes de la vanguardia histórica que David Delfín
desparrama por sus obras, las más logradas quizá sean las de filiación
surreal, lo que no significa olvidar a Beuys, uno de sus referentes estéticos
privilegiados, perceptible en sus camisetas desgarradas, en sus trajes negros y
militares y en sus cruces de fieltro rojo. Por lo que se refiere a sus
obsesiones por las profundidades del inconsciente, además de las imágenes
dalinianas y buñuelescas, como las hormigas que como manchas salpican algunas
de sus blancas camisetas, o de las evocaciones del tipo de las contorsiones
deformantes que exhiben en la pasarela algunas de sus modelos, que
inevitablemente recuerdan objetos surrealistas como el Ultra-Mueble de
Kurt Seligman que se expuso en 1938, las más inquietantes y conseguidas son las
relacionadas con Magritte, sobre todo en dos casos concretos. Uno es cuando sus
modelos tienen cubierta completamente la cabeza
con una prenda que la envuelve suavemente, probable alusión a la pérdida de
identidad o a la despersonalización del arrebato amoroso que evocaría el
cuadro de Les amants del pintor belga. El otro es el de ese poderoso símbolo
de la camisa sin cabeza, flotando como una gasa por encima del cuerpo, que
remitiría al célebre lienzo de Magritte El terapeuta, una metáfora de
la carencia de libertad. Para el CAC Málaga ha concebido David Delfín un proyecto que reflexiona sobre la experiencia del cuerpo a partir de la tensión entre lo consciente y lo inconsciente, la levedad y la gravedad, la armonía de las formas en movimiento y el caos informe del mundo de las sombras. Terpsícore, la musa de la música ligera y de la danza, baila en el vídeo que se exhibe una danza al unísono corporal e inmaterial, donde el cuerpo se libera, se agita y se mueve sin trabas, con unos movimientos que semejan un ritual sagrado, pero donde el vestido parece tragarse al propio cuerpo, que desaparece en la noche y en la nada. En una ocasión, David Delfín llegó a declarar que «la ropa se adhiere al cuerpo y es, por ende, su doble y su metáfora. Habla de aquello que envuelve, pero sirve para eludirlo y escamotearlo». El cuerpo y su envoltura, la naturaleza y la civilización, ese par de contrarios cuyo conflicto abrumó a la Ilustración y que, si no queremos un mundo inhabitable, deben mantenerse en exquisito equilibrio, sin excesivo predominio de uno de ellos, pues se corre un serio peligro de destruir por un lado el deseo y, por el otro, el análisis racional, el espíritu crítico que distingue al Occidente desde los griegos. David Delfín lo sabe, y por eso su propuesta es un tensa armonía entre la luminosa claridad del intelecto y las irrefrenables pasiones de la materia. © Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 11 de junio de 2004
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