La ocultación de la nada

Pintura, fotografía y objetos. Mª Ángeles Díaz Barbado. Naufragios.

Galería Isabel Hurley. Málaga. Paseo de Reding, 39. Hasta el 14 de junio de 2008.

Toda la obra de María Ángeles Díaz Barbado (Granada, 1969) es de nítida filiación romántica. Los pensamientos que hay detrás de ella tienen que ver con algunos de los temas capitales de la modernidad artística: con la conciencia desdichada, con la escisión entre historia y naturaleza, con las metáforas acerca del viaje interior, con la idea de naufragio, con la atracción del abismo, con la reivindicación del cuerpo y con la tentación de la nada. Ella misma afirma que «el naufragio anticipa siempre un pequeño abismo», proponiéndonos «un instante, helado y Mª Ángeles Díaz Barbado. De la serie NAUFRAGIOS. 2006. Fotografía digital / papel fotográfico. 160 x 250 cm. Detalle.eterno, para mirar insistentemente lo que no existe». Aquí resuenan con fuerza los ecos del Nietzsche de El nacimiento de la tragedia, cuando desarrolla su inmarcesible visión de lo artístico como el contraste entre lo dionisiaco y lo apolíneo. Precisamente porque los griegos, viene a decir Nietzsche, experimentaron hasta el fondo lo terrible, se asomaron al abismo de la existencia y vieron que no había nada, es por lo que fueron el pueblo sin par de la medida y crearon el mundo de los olímpicos. Aquel naufragio y aquel instante helado y eterno es el que está también presente en el famoso cuadro del pintor romántico alemán Friedrich titulado El mar glacial, una obra interpretada por unos como la destrucción misma, por otros como el mundo de la soledad más infinita y también como un símbolo del desamparo del hombre.

Díaz Barbado, para no caer en la desesperación y en la desesperanza (el barco naufragado del cuadro de Friedrich se llama «Esperanza», un nombre en clave política que puede también trasladarse a la construcción del sujeto individual), se vale asimismo del arte, recoge y guarda amorosamente los desechos del propio cuerpo, por ejemplo, las uñas recortadas, encerrándolas en una cajita forrada de terciopelo negro, un agudo contraste entre lo duro y lo blando, lo suave y lo áspero. Esa «piedad para con los desechos» de la que habla Félix Duque en el hermoso texto del catálogo, no es más que la reivindicación del cuerpo que comenzara ya en Duchamp y que ha continuado hasta Cristina Martín Lara. Por el contrario, las fotografías del mar embravecido, nos enfrentan a la naturaleza grandiosa y a la noción de lo sublime romántico, mientras que las extraordinarias pinturas, con ese destello de blanco sobre una inmensidad negra profunda y oscura, nos hablan quizás de la perenne dualidad del hombre entre la razón y lo puramente instintivo e irracional. El destino del hombre, como dijera Fichte en sus Lecciones sobre el destino del sabio, es la perfección, un proceso infinito que nunca habrá de terminarse. Domeñar lo irracional es otra de las ideas centrales de Fichte que también parece gravitar en la obra pictórica de Díaz Barbado.

 

© Enrique Castaños

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 23 de mayo de 2008