Entre el silencio y la belleza

Pintura, dibujo y fotografía. Mª Ángeles Díaz Barbado. Corrección.

Galería Isabel Hurley. Málaga. Paseo de Reding, 39. Hasta el 14 de enero de 2012.

Esta segunda exposición individual de Mª Ángeles Díaz Barbado (Granada, 1969) en Málaga, en el mismo espacio privado galerístico, la confirman plenamente como una de las voces más puras y líricas, más intensas y delicadas, al tiempo que con un mayor bagaje Mª Ángeles Díaz Barbado. Uno de los papeles con técnica mixta de la serie CORRECCIÓN. 2011. Mediano formato.intelectual, del panorama plástico en Andalucía. Y lo sorprendente es que toda esta obra, que posee una inmensa fuerza interior, que, a pesar de su aparente fragilidad, es inexpugnable como una fortaleza, lo es precisamente por estar hecha desde el silencio, adentrándose con gallarda valentía en procelosas aguas donde la oscuridad se codea con el silencio y la muerte. Como en las grandes novelas del Romanticismo alemán, que ella tanto admira, el amor está íntimamente vinculado con la muerte. La vida es un proyecto, un complejísimo e infinito proyecto inacabado. Esta es una de las conclusiones fundamentales de esta muestra exquisita llena de ecos poéticos, literarios y filosóficos.

El eje, sin embargo, es una novela, una extraña novela del rebelde y tan políticamente incorrecto escritor austriaco Thomas Bernhard, titulada Corrección (1975), cuyo argumento nos sitúa en esos desconcertantes territorios imaginativos a los que también pertenecen obras como el Michael Kohlhaas de Heinrich von Kleist. Corrección es un relato que se mueve alrededor de un proyecto arquitectónico ideal, un cono perfecto en el centro exacto del bosque de Kobernauss que una persona llamada Roithamer diseña y construye para el único ser al que ama en el mundo, su hermana. Como consecuencia de ver el cono, la impresión es tan poderosa, que la hermana muere, y a continuación Roithamer se suicida ahorcándose, quizás como recuerdo de aquellos primeros ahorcados que viera en su infancia en su provincia natal. La concomitancia de elementos, de circunstancias y reflexiones intelectuales de esta novela, inserta de lleno en la gran tradición literaria occidental centroeuropea, es inmensa. Sólo vamos a referirnos a tres, y telegráficamente. En primer lugar, la idea de suicidio, para Albert Camus, creo que en El mito de Sísifo, el único problema filosófico verdaderamente serio. En segundo lugar, la búsqueda de la felicidad, una de las máximas aspiraciones del pensamiento de la Ilustración, que incluso se recoge en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos redactada por Thomas Jefferson, y que termina en fracaso. Como de manera única viera Dostoyevski, el hombre es esencialmente un ser libre, y esto le impide ser feliz, pues debe convivir con el mal y con el sufrimiento. En tercer término, el ideal abstracto-geométrico de los arquitectos franceses de la Ilustración, tanto Claude-Nicolas Ledoux como Étienne Louis Boullée, esa arquitectura, que como tan clarividentemente intuyese Hans Sedlmayr, era en cierto modo la negación de la propia arquitectura.

Lo verdaderamente increíble es la originalidad y emocionante exquisitez con la que Mª Ángeles Díaz Barbado ha traducido este complejísimo entramado de ideas, por ejemplo, sus maravillosos papeles y lienzos de fondo negro, realizados con una sutilísima dialéctica entre la línea y la mancha a base de polvo de plomo, polvo de grafito, acrílico y grafito, y en donde asistimos a unos casi imperceptibles cambios de luz donde conviven lo bello, lo misterioso, la corrección y lo imposible. En algunos, en muchos mejor, aparece una escalera, una escala, un símbolo muy antiguo que ya en el famoso sueño de Jacob nos ponía en comunicación con el cielo, con lo trascendente, con lo espiritualmente superior. Eso es lo que predomina en toda la obra de Mª Ángeles, una intensa espiritualidad fruto de una nada frecuente vida interior, donde lo inquietante se mezcla con lo bello y la oscuridad con el silencio. Tendríamos que rememorar aquí las bellísimas páginas de pintores románticos alemanes, como Carl Gustav Carus, o como Caspar David Friedrich, cuando hablan de la comunión del artista con la naturaleza y de la visión a través no del ojo sensible, sino del ojo del espíritu. Todo queda resumido en esa obra inefable e inasible, la fotografía de un nido de pájaro, un nido que cualquier pájaro ha elaborado con materiales de desecho, y en donde Mª Ángeles ha situado, en su fondo, una delgada capa de hielo, introduciendo un desasosegante contraste entre la calidez propia del nido y lo inhóspito y la frialdad de la capa de hielo. Ese brutal contraste forma también parte consustancial de la naturaleza y de la condición del hombre.

 

© Enrique Castaños

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 17 de diciembre de 2011