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Referencias literarias Pintura. José Antonio Diazdel. Centro Cultural Provincial. Málaga. C/ Ollerías, s/n. Hasta el 17 de julio de 2004. Esta es la segunda ocasión que en los últimos catorce años José Antonio Diazdel (Málaga, 1954) hace una exposición individual en su ciudad natal, y la lleva a cabo reforzando y consolidando, precisamente, los aspectos formales y los rasgos técnicos que aparecieron en su pintura a principios de los noventa. Vinculado a un cierto tipo de figuración que ha tenido fortuna en el extenso campo de la ilustración de revistas de poesía e incluso en los libros infantiles, por su ensoñación poética unas veces, su suavidad en el decir y su tono ecléctico entre el fauvismo, el simbolismo y el interés por lo primitivo y la expresión plástica de los niños, Diazdel ha trabajado también con éxito el grabado, que en su caso se presenta con una dependencia muy directa respecto de su obra pictórica. Ello explica y se complementa con la concienzuda factura de sus cuadros, óleos sobre madera donde todas las zonas transmiten un empaste muy elaborado. Relacionado con ciertos momentos de la producción de Enrique Brinkmann y de Francisco Peinado, la adscripción de Diazdel al ambiente artístico malagueño del último cuarto de siglo es evidente, aunque se haya prodigado poco en muestras individuales, ya que, como otro laborioso pintor que en más de un sentido pertenece a su mismo clima espiritual, Juan Fernández Béjar, suele tener comprometida casi toda su producción fuera de la ciudad en la que trabaja. De aquellos dos extrajo en su día algunos de los elementos más característicos de los seres inocuos que abundan en sus composiciones, aunque Diazdel tiende a geometrizar y esquematizar las formas, a dotar a sus figuras de posturas estereotipadas. Carente de aliento teórico y de elaboraciones conceptuales, su pintura pertenece a la constelación de pintores locales pródigos en referencias literarias, como, sin ir más lejos, María José Vargas Machuca. Además del reconocimiento a otro histórico local, Stefan von Reiswitz, sobre todo cuando pinta picos de pájaros y se los pone a modo de boca a sus personajes, y al margen de la indiscutible empatía por la obra de Paul Klee (¿a quien no le gusta el exquisito pintor suizo?), sí llaman la atención dos cosas. La primera es hasta cierto punto irrelevante, pues se refiere a la coincidencia entre Diazdel y el pintor madrileño Juan Giralt por el gusto en el uso de recortes de telas estampadas, preferentemente de tapizar, pegadas al cuadro. La segunda, de mayor interés, está relacionada con la extraña similitud entre algunos de los cuadros de Diazdel y las obras del italiano Enrico Baj de los años sesenta, un artista que aunque se le suele vincular al «assemblage» y al empleo del collage, es evidente que su un tanto retrógrada obra está muy alejada de las cualidades perturbadoras de las piezas coetáneas de Rauschenberg o de Jasper Johns, una carencia de espíritu de aventura que también se detecta en la obra de José Antonio Diazdel. © Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 21 de mayo de 2004
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