Resplandores venecianos

Pintura. Carlos Durán.

Galería Alfredo Viñas. Málaga. C/ José Denis Belgrano, 19. Hasta el 28 de octubre de 2001.

 

En esta exposición Carlos Durán (Málaga, 1949) abandona, en un brusco giro temático y estilístico, la pintura de paisaje que le había ocupado durante los últimos años, esas vistas del Limonar y esas panorámicas parciales de su ciudad natal que constituían sin duda un ejercicio de redención de la memoria, una recuperación del tiempo de la infancia y en cierto modo la nostalgia de una irremisiblemente perdida Arcadia, y vuelve su mirada hacia uno de los capítulos más deslumbrantes de la enigmática y mercantil república de Venecia, la artesanía del vidrio, que Durán ha conocido con largueza como resultado de un dilatado viaje a la Serenísima que ha terminado siendo un instructivo itinerario espiritual y estético, y sobre cuyos conocimientos y experiencias pudo casualmente reflexionar allí mismo como consecuencia de un azaroso accidente que le obligó a una prolongada convalecencia.

Carlos Durán ha visitado los escasos talleres donde todavía se fabrica el vidrio, ha aprendido sobre el proceso de elaboración y se ha documentado acerca de una actividad que se remonta como mínimo a finales del siglo X y que había alcanzado un notable desarrollo hacia mediados del siglo XIII, pero que en 1291 hubo de trasladarse a la vecina isla de Murano como medida de precaución frente al riesgo de incendios que podían causar los hornos. Aunque los objetos más antiguos que se conservan datan del siglo XV, es a partir de comienzos del siglo XVI, con el descubrimiento del cristal transparente, cuando esta industria se convierte en un auténtico secreto de Estado, finalmente desvelado y, por tanto, roto el monopolio antes de que finalizase esa última centuria, circunstancia en parte responsable de las atrevidas e imaginativas formas que hasta el XIX van a caracterizar a los cristales de Murano, para poder así competir con sus rivales europeos.

A partir de ejemplares del Museo Vetrario de Murano, de multitud de objetos de los talleres locales que todavía subsisten en la isla y de parte de la colección de su antepasado el pintor Antonio Reyna Manescau, quien también quedó fascinado por Venecia y llegó a fijar su residencia en Italia, Carlos Durán realiza unas exquisitas naturalezas muertas en las que recurre a unos fondos hechos con polvo de oro que son también un homenaje al arte bizantino, de tanta resonancia en la región del Véneto. Los delicados objetos de vidrio, de fantásticas formas y sensual cromatismo, alternan con figurillas y hallazgos arqueológicos etruscos o de influencia orientalizante, con multicolores peces que nos retrotraen a los frescos y la cerámica minoica, con máscaras del carnaval veneciano, con exuberantes y exóticos tejidos diseñados por Fortuny y que Durán reutiliza de un modo muy moderno y decorativo en sus composiciones, con espejos de complicada simbología, todo ello adobado con unos guiños inequívocamente contemporáneos, como se comprueba en aquellas zonas en que recurre a la pura pintura o cuando fragmenta y rompe los frágiles objetos de cristal.

 

©Enrique Castaños Alés

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 15 de octubre de 2001