|
Balance de las artes plásticas en Málaga durante 1997 Logros y limitaciones de un año agitado ENRIQUE CASTAÑOS ALÉS Aunque tradicionalmente el balance de la actividad artística desarrollada en las ciudades y países del área occidental suele hacerse acotando un intervalo coincidente con lo que de modo convencional se ha dado en llamar «temporada artística», esto es, el periodo de ocho o nueve meses comprendido entre el comienzo del otoño y la terminación de la primavera, ya que en él se concentra el grueso de las exhibiciones, cada vez son más numerosos los medios, como es el caso ahora de esta publicación, que incluyen una valoración de lo acaecido en el año sideral, de enero a diciembre, a pesar del inconveniente que ofrece fragmentar de un modo un tanto arbitrario la programación de las galerías, estructurada como está muchas veces según un criterio unitario expresamente concebido para el plazo señalado. Trataré en las líneas que siguen, atendiendo al encargo que se me ha hecho, de salvar ese obstáculo en la medida de lo posible, dejando constancia de las mejores muestras y realizaciones ocurridas en Málaga durante 1997, sin olvidar algunas insoslayables carencias y limitaciones. Las magníficas salas del Palacio Episcopal acogieron las que, en términos absolutos, fueron las dos exposiciones de mayor enjundia en ese año, tanto por la calidad de la obra mostrada como por el equilibrado montaje y rigor científico de sus correspondientes comisarios. Me estoy refiriendo a las retrospectivas de Sean Scully y de Eugenio Chicano, la primera, patrocinada por el Aula de Cultura del diario Sur y comisariada por Francisco Jarauta, un deslumbrante recorrido por dos lustros (1987-97) de trabajo de uno de los más potentes y originales pintores abstractos surgidos en los ochenta, y la segunda, organizada por la Universidad y coordinada por Eugenio Carmona, una exhaustiva antológica de treinta años (1967-97) de ininterrumpido quehacer pictórico de un autor que de manera definitiva ocupa ya un puesto de primer orden en la historia del arte de vanguardia en Málaga y ciertamente notable en el paisaje del pop español de los sesenta y setenta. Por continuar con el mismo espacio expositivo, el año se completó con el II y III Certamen Unicaja de Artes Plásticas —que con sólo tres ediciones puede estimarse consolidado y objeto de un creciente nivel en la nómina de artistas seleccionados—, el conjunto de grabados de Picasso del Legado Sabartés, propiedad del Museo de Bellas Artes, y la retrospectiva de Jorge Lindell. Repárese en que de las seis exposiciones celebradas en el Palacio Episcopal, sólo una, la del Legado Sabartés, ha sido producida y financiada por la Junta de Andalucía, organismo que gestiona el uso del edificio. Resulta imprescindible para la ciudad que la Junta, a través de la Delegación de Cultura, de quien depende directamente ahora la dirección y gestión de las salas, dote a éstas de un proyecto propio, lo que es tanto como decir que, debido a las excepcionales características espaciales de este ámbito (si bien carece de almacén adecuado y de equipamiento técnico para facilitar la entrada y salida de obras grandes y pesadas), traiga muestras de fuera o produzca exposiciones de auténtica altura estética. Sé que los problemas para ello son primordialmente financieros, pero invito desde aquí a la institución para que se aúnen esfuerzos en resolverlos, otorgando así pleno sentido a una infraestructura esencial para la educación artística contemporánea de la ciudadanía. Además de los dos certámenes mencionados, Unicaja también ha patrocinado, entre otras, la preciosa colectiva de obra sobre papel de expresionistas alemanes de Die Brücke —llevada a cabo en el Salón de Columnas del Palacio de la Aduana— y las muestras dedicadas a Joaquín Peinado, Calder (en colaboración con el Ayuntamiento y la Sociedad Económica) y un selecto grupo de Artistas Cubanos Contemporáneos (también en concurrencia con la Sociedad Económica), estas tres últimas en las salas de la Casa del Consulado. El saneamiento económico de la entidad, de otro lado, justifica sobradamente que dispusiera en el futuro de un amplio espacio patrimonial, dotado de tecnología avanzada, para exposiciones de arte contemporáneo, sin necesidad de recurrir, como viene haciendo hasta ahora, a diversos lugares de la ciudad. En cuanto a la Universidad, además de la de Chicano, financió parte de los gastos de la de Vázquez Díaz en la Económica (junto a la Diputación y el Ayuntamiento) e íntegra la del creador malagueño José Iranzo en el Museo de Bellas Artes, basada ésta en cinco videoinstalaciones de las que sobresale la que daba título a la muestra, Politopía, una sugestiva reflexión sobre el nexo entre las nociones espacio-temporales de obra original, copia y simulación, tomando como eje discursivo el patio mudéjar del convento de las Clarisas de Vélez-Málaga. Sin embargo, la programación de la sala de arte de la Universidad en la plaza de la Merced, gestionada por la Dirección General de Cultura de la institución académica, no ha incluido, a excepción de la individual de obra última de Dámaso Ruano, ninguna muestra de interés. Sin ánimo de polemizar, opino que sus actuales responsables deberían dejarse asesorar por personas competentes en la materia. En contraste con la anterior, las salas de la Sociedad Económica, dirigidas con refinado gusto e inusual competencia profesional por Mariluz Reguero, han ofrecido la programación más exquisita de las realizadas en la ciudad durante 1997. Tanto si se trata de muestras de producción autónoma, atentas siempre a las jóvenes generaciones y a los lenguajes de hoy, como si aludimos a las celebradas en colaboración con otras instituciones, la Sociedad Económica ha conseguido mantener el encendido interés de los expertos y del público aficionado en general. Baste recordar, junto a la de Andy Warhol al principio de la temporada 1996-97, las ya mencionadas de Joaquín Peinado, Daniel Vázquez Díaz, Alexander Calder, la de los jóvenes pintores cubanos y la soberbia de Eduardo Chillida (organizada por la Fundación Picasso). El Ayuntamiento, además de las exposiciones copatrocinadas con otras instituciones que ya hemos citado, manifiesta un continuo ejemplo de apoyo al estudio y difusión de la plástica contemporánea, y de Picasso en particular, con la modélica actuación de la Fundación Picasso, organismo autónomo municipal que, junto a la de Chillida y la espléndida de Lindell, muy bien comisariada por el crítico Antonio Parra, organizó también una exhibición de sus propios fondos, la correspondiente de la importante Beca anual que concede (desdoblada en esta ocasión entre Bola Barrionuevo y Chema Lumbreras) y una delicada muestra de aguafuertes de José Gutiérrez Solana, por no referirme a las prestigiosas actividades del Aula Picasso. El esfuerzo del Ayuntamiento en promocionar el arte actual tiene cumplida prueba en la creación de la nueva sala de arte municipal en los bajos del Teatro Cervantes, de la que merecen destacarse las individuales de la escultora Encarni Lozano, un metafórico itinerario autobiográfico por el mundo de los sentimientos, y de Joaquín Ivars, una dura y provocadora instalación que, con un lenguaje paradójico, nos hablaba sobre la precariedad del ser. También la Diputación, casi desde el arranque mismo de la presente temporada, ha demostrado una firme voluntad de mejoramiento, según corroboran la personal de Carmen Calvo y, ya en este año, las de pintura sobre papel de Millares y de obra reciente de Francisco Peinado. Respecto de las galerías privadas, el acontecimiento más significativo ha sido la apertura de la Marín Galy, brillantemente inaugurada con algunos de los cuadros de Francisco Peinado que con mayor nitidez reflejan la mudanza estilística operada en su pintura durante el último bienio. Alfredo Viñas, con una coherente línea de examen de las tendencias neofigurativas, aunque también comienza a advertirse una tímida pero segura aperción a la abstracción lírica, ha colgado obra de Ángel Luis Calvo Capa, Alfredo Alcaín —cuyo vocabulario pop, entreverado de una mirada irónica y distanciadamente crítica, resulta inolvidable—, Guillermo Pérez Villalta, Brigitte Szenczi, Juan Antonio Mañas y Luis Mayo. Por su parte, el taller Gravura expuso las sutiles abstracciones de Óscar Luis Pérez Ocaña, la galería marbellí Fabien Fryns una individual del británico Stephane Graff y una deliciosa colectiva de obra sobre papel de diversos maestros de las vanguardias clásicas, y la galería La Buena Estrella, clausurada en el momento de redactar este resumen, una amplia muestra de grabados de Paco Aguilar. A medio camino entre el espacio privado y el público, la galería del Colegio de Arquitectos nos brindó pictorialistas fotografías de Ortiz-Echagüe, extraordinarios dibujos de Julio González, complejas piezas de Joaquín Ivars, complementarias de la simultánea instalación en la sala de arte municipal, y depuradas y estilizadas abstracciones de Enrique Brinkmann, inmerso desde hace un año en una investigación formal y técnica que le está proporcionando soluciones de acentuada ingravidez, hermosa transparencia y acrisolada intensidad poética. En la provincia, hay que destacar la antológica de obra gráfica de Rafael Canogar en el Museo del Grabado Español Contemporáneo de Marbella y la magnífica de José Guerrero en la sala del Ayuntamiento de Nerja, una docena de abstracciones de los setenta de gran pureza cromática, emotividad y fuerza expresiva. El año se coronó con la inauguración de los nuevos museos de la Catedral y de la abadía cisterciense de Santa Ana, así como con la resplandeciente limpieza del soberbio lienzo de la Virgen del Rosario de Alonso Cano, ubicado en la capilla homónima de la seo malacitana. Para finalizar, dos hechos explican la inclusión del término «agitado» en relación a la actividad artística durante 1997. De un lado, la confirmación oficial de que Málaga podrá contar a partir del inicio del próximo milenio con un Museo Picasso que, sin duda, habrá de constituir un punto de referencia y un saludable revulsivo en el panorama de la vida artística local. De otro, el inexplicable y penoso cierre del Museo de Bellas Artes, cuya urgente reapertura en un edificio adecuado sólo se verá acelerada con la unánime presión de las principales instituciones ciudadanas y autonómicas y de los representantes de los partidos políticos del arco parlamentario. Publicado originalmente en el número 3 de la revista Economistas, editada por el Colegio de Economistas de Málaga, en el primer semestre de 1998
|