|
Un clásico del fotoperiodismo Fotografía. Elliott Erwitt. Centro de Exposiciones de Benalmádena. Avenida de Antonio Machado, 33. Hasta el 23 de noviembre de 2003. El
fotógrafo estadounidense de origen europeo Elliott Erwitt (París, 1928),
miembro de la prestigiosa y legendaria agencia Magnum desde 1953, es uno de los
clásicos vivos del fotoperiodismo. Muchísimas personas conocen sus imágenes,
sin saber siquiera que Erwitt es el autor, como les ocurre a ciertos artistas
verdaderamente grandes, cuya obra es patrimonio de todo el mundo. Cuando Erwitt
fue invitado por Robert Capa, con quien había compartido estudio en París unos
años antes, a integrarse en la agencia que el mítico autor de alguna de las más
emblemáticas fotografías de la guerra civil española había fundado en esa
misma ciudad en 1947, Erwitt era ya un fotógrafo con un estilo personalísimo,
que había ganado en 1951 el premio de la revista Life y que, al año
siguiente, en 1952, había hecho algunas fotografías inolvidables en un corto
viaje a España, como esa increíble imagen de una pareja de jóvenes enamorados
bailando en una cocina de una casa de Valencia y aquella extraordinaria, una
absoluta obra
maestra,
que hace en Barcelona a un chaval montado en el enganche trasero de un tranvía,
arquetipo de la miseria durante la posguerra en la que había sido capital
espiritual del movimiento obrero, y que es una imagen aún más cargada de
sugerencias por el contraste entre la tristeza, la seriedad digna de la pobreza,
y la anodina e insulsa felicidad de la pareja montada en el tranvía que se
transparenta a través del cristal. Elliott Erwitt, si bien se ha mantenido siempre fiel a la fotografía documental y al fotoperiodismo característicos de la Magnum, ofrece dos rasgos inconfundibles: la inclusión de elementos autobiográficos en sus imágenes y la sutil ironía, el fino humor de muchas de sus composiciones. Pero su auténtica altura en el panorama de la fotografía mundial se sustenta, por un lado, en obras que han asimilado con enorme originalidad la lección de Atget y la del «instante decisivo» de Cartier-Bresson, y, por otro, en obras que revelan una honda preocupación social y política, aunque observando la realidad con serena objetividad, lo que no significa, sino todo lo contrario, que sus imágenes sean neutras o frías. Él mismo reconoce que la mayoría de estas fotografías son espontáneas, sin idea alguna preconcebida. Entre las más memorables de esta completísima retrospectiva que arranca en 1946 y llega hasta 2001, todas en blanco y negro, deberían citarse la de los coches circulando por la Quinta Avenida de Nueva York, con una soberbia composición en diagonal (1947); el encuentro de «miradas» entre una transeúnte y un maniquí de un escaparate en una calle de una remota localidad de Carolina del Norte (1950); la fría mañana de un bulevar parisino capturado en 1952, un prodigio de masas y espacios abiertos; la figura de Eric Ambler en una lluviosa calle del Londres de la «guerra fría»; o la del chico junto a un camión en el Moscú de 1957, quintaesencia de una sociedad carente de libertad.
© Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 31 de octubre de 2003
|