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Evocación de los gabinetes de curiosidades Dibujo. Tamara Feijoo. Tengo un plan secreto para conquistar el mundo. Galería Casaborne. Antequera. Callejón La Gloria, 1. Hasta el 26 de junio de 2009. Los dibujos de Tamara Feijoo (Orense, 1982) podrían servir para ilustrar espléndidamente un libro de Ciencias Naturales, especialmente la sección de mamíferos y de aves. Las imágenes de los diferentes animales que representa, bien sean garzas, conejos, alces o castores, están realizadas con minuciosidad y precisión científica, fruto de una atenta observación de la naturaleza, de tal modo que la fisonomía externa del animal pueda ser visualmente capturada sin la menor dificultad. Pero, al mismo tiempo, estas imágenes resultan también chocantes, caprichosas e ilógicas, consecuencia de un delirio antinaturalista, y ello es porque cada una de ellas está vinculada a un elemento orgánico extraño: lo que parece ser un riñón humano, con las venas y arterias adyacentes, está sostenido por la boca de un conejo; un alce hace lo mismo con un corazón; y una garza con lo que semeja ser un intestino delgado. Más que imágenes surrealistas o incluso absurdas, se trata de ilustraciones desconcertantes, pues también aquellos órganos están dibujados con extraordinaria exactitud. A lo mejor se trata de animales antropófagos, o, más sencillamente, de dibujos relacionados con una cierta figuración fantástica. La propia Tamara Feijoo ha explicado las dos preocupaciones principales que están detrás de estos dibujos. De un lado, la importancia concedida al papel como soporte, pues elige papeles viejos, amarilleados por el paso del tiempo, frágiles, que pueden quebrarse y rasgarse al menor descuido, papeles que en sí mismos contribuyen de manera fundamental a configurar la obra artística. De otro lado, la fascinación que sobre la autora han ejercido siempre las kunstkammer, esto es, las cámaras maravillosas o artísticas, esas del Renacimiento tardío de las que habla con una pasmosa erudición el gran Julius von Schlosser, o bien los gabinetes de curiosidades, antecedentes de los museos que empiezan a definirse a finales del Siglo de las Luces. Tamara Feijoo parece haberse detenido especialmente en uno de los cinco departamentos del esquema de museo ideal que trazara Samuel von Quiccelberg en Munich en 1565, agrupados en tres categorías: «Naturalia» y «Artificialia»; «Antiquitas» e «Historia»; «Artes». La atención de nuestra artista está centrada en los productos de la naturaleza, en concreto en los animales raros o curiosos, aunque, naturalmente, en ella no hay ese fondo neoestoico, como se advierte en el humanista flamenco Iustus Lipsius, según el cual esas colecciones servirían para reflexionar sobre el poder creador de Dios. Tamara Feijoo, por el contrario, nos enfrenta a la falsedad de las apariencias, aunque en dos ocasiones es más explícita: cuando representa al hombre-monstruo, en cierto aspecto también una curiosidad. Es el caso de los dibujos titulados My body is a cage (Mi cuerpo es una jaula) y I was a teen wolf (Yo era un lobo adolescente), metáforas de la condición puramente instintiva del hombre.
© Enrique Castaños Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 29 de mayo de 2009
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