|
El impulso gestual de Luis Feito Pintura. Luis Feito. Síntesis plástica. Gacma. Málaga. C/ Fidias, 48-50. Hasta el 7 de noviembre de 2006. Miembro fundador en 1957 del legendario grupo de vanguardia El Paso, en el que formaba el núcleo fundamental junto a Saura, Millares y Canogar, el pintor Luis Feito (Madrid, 1929) se formó a principios de los cincuenta en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, en su ciudad natal, donde ese precoz informalista que fue Manuel Mampaso percibe su capacidad para el dibujo, y donde un profesor de la talla de Vázquez Díaz le indujo hacia una fuerte admiración de la descomposición en planos cubista, lenguaje con el que supera muy tempranamente su inicial figuración realista, y con el que, además, va a aprender para siempre la importancia de la estructura compositiva y del equilibrio entre las masas que constituyen el cuadro. En 1954 ya consigue exponer en uno de los espacios más adelantados del raquítico Madrid de aquellos años, la Galería Buchholz, y al año siguiente lo hará en la Galería Fernando Fe, otra modesta pero firme apuesta por la renovación del lenguaje artístico en el desolado panorama español del final de la autarquía. 1955 fue también el año en que Feito se marchó a París, gracias a una beca del Ministerio de Educación Nacional español y del Gobierno francés. Allí fue contratado en exclusiva con una sorprendente rapidez por la Galería Arnaud, a la que va a estar vinculado ininterrumpidamente un cuarto de siglo. Fue precisamente en la capital del arte en Europa, en el Café Royal, en Saint-Germain de Prés, donde un locuaz Saura le propusiera formar parte de El Paso. A partir de 1981 se estableció en Montreal y en Nueva York, siempre buscando nuevos alicientes a su arte. No cabe duda que el contacto con la neovanguardia informalista parisina, con Dubuffet y Fautrier sobre todo, fue decisivo en el abrazo de Feito a la expresión subjetivista. Sus cuadros de finales de los cincuenta y durante los sesenta, esos que le han proporcionado una fama internacional y le han convertido en un clásico de la abstracción española, se caracterizaban por la abundancia de materia, el afán experimentador, que se concretaba en la frecuencia con que mezclaba óleo y arena, la preeminencia de la textura, a veces telúrica, como de apariencia geológica y rocosa, el uso de pocos pero intensos colores puros, como el negro, el amarillo y el rojo, y la presencia de la luz, una luz que lo mismo resplandecía a través de grandes espacios vacíos pintados de blanco como a través de un rojo bermellón que era el centro de toda la composición. Las veinte obras de la muestra actual, realizadas con acrílico sobre papel o sobre lienzo, son todas muy recientes, del último sexenio, y en ellas, pintadas enteramente de rojo, sobresale ante todo la gestualidad del pintor, la libertad con la que desliza el grueso pincel o la brocha por la superficie, describiendo un arabesco pleno de fuerza expresiva y de intención dramática. Una leve división geométrica no impide el predominio de la mancha, de las salpicaduras, en definitiva, de los rasgos sólidamente establecidos de la propia individualidad. © Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 27 de octubre de 2006
|