Ritmos cromáticos

Pintura. Lola Ferreruela.

Castillo de Bil-Bil. Benalmádena. Avda. Antonio Machado, 78. Hasta el 27 de abril de 2006.

Lola Ferreruela (Ávila, 1963) es una pintora apasionada por la vida y por la existencia, deseosa de conocimiento y de experiencias que le hagan sentirse persona, no sólo artista, proclive al ensimismamiento y a la soledad, a pesar de su exuberante vitalismo, y con una Uno de los cuadros de Lola Ferreruelatendencia a compartir su mundo interior con otros seres hasta cierto punto desvalidos como ella. Toda esta concepción en más de un aspecto deshilvanada y desordenada de la realidad, en la que todavía Ferreruela busca un punto de ordenamiento y de coherencia, tiene necesariamente que reflejarse en su pintura. A Lola Ferreruela no le preocupan especialmente las contradicciones, pues sabe que la vida misma se teje en torno a ellas, pero aspira a una armonía y a un entendimiento apacible con el cosmos, una realidad cuyo significado último se le escapa. De ahí algunos de sus cuadros más característicos, aquellos que tienen como tema círculos cromáticos, sometidos a un ritmo incesante y vertiginoso, unos óleos, como todos los suyos, hechos sobre tabla, sobre un soporte duro y rígido que le permita pintar sin que se le hunda el pincel. En estos círculos está presente la idea de sincronicidad, de armonía entre los opuestos, pero, sobre todo, con sus colores dinámicos y sus formas circulares, nos evocan las composiciones órficas de Robert y de Sonia Delaunay, en las que los planos se facetaban multiplicándose en todos los colores del espectro y girando en vórtices luminosos.

Igualmente plenos de contrastes cromáticos son aquellas otras composiciones en las que Lola Ferreruela divide el cuadro en cuadraditos en los que inserta signos o letras de las más diversas clases, unas combinaciones que también nos recuerdan las llevadas a cabo, aunque, eso sí, sin esta fiesta cromática de la pintora abulense, por Joaquín Torres García y su «universalismo constructivo». Pero si el vanguardista uruguayo procede, en su proceso de maduración del lenguaje constructivista, a una depuración formal y una geometrización que le conducirá a los límites de la abstracción, Lola Ferreruela se propone una suerte de armonía combinatoria, de juego cromático de intenciones puramente ópticas y visuales. Todavía hay otro apartado interesante de la producción de Ferreruela, el que corresponde a los retratos. De todos los que expone el más conseguido es un autorretrato de formas definidas, incluso muy clásico en la estructura del rostro, pero con una concepción en la aplicación del color de indudable influencia fauve, una especie de sinfonía de colores puros presidida por los rosas y los malvas.

© Enrique Castaños Alés

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 21 de abril de 2006