La sensibilidad paisajística de Maribel Fraguas

Pintura. Maribel Fraguas.

Galería Nova. Málaga. Paseo de Sancha, 6. Hasta el 8 de diciembre de 2004.

La pintura de Maribel Fraguas (Madrid, 1957) se caracteriza en términos generales por una exquisita sensibilidad, una inclinación íntima hacia el paisaje natural y las vistas de ciudades, especialmente sus calles y plazas, una equilibrada armonía cromática, en la que, asimismo, sobresale una generosa diversidad de tonos y de matices, y una particular capacidad para el encuadre compositivo, que en algunas ocasiones recuerda la fecunda colaboración entre algunos pintores impresionistas y la cámara fotográfica. Con un mundo interior sereno y alejado de cualquier artificiosidad o efectismo, su personal estilo revela, no obstante, una clara predilección por algunos pintores españoles de finales del XIX y principios del XX, como Rusiñol, Aureliano de Beruete y, sobre todo, José María Rodríguez-Acosta, que es con quien más aspectos la relacionan, así como por algunos impresionistas franceses, particularmente Monet y Pisarro.

En esta su segunda exposición individual en Málaga, los temas exclusivos de los cuadros son el paisaje y el bodegón. Los paisajes se distinguen, en primer lugar, por su acertado encuadre, tanto en las panorámicas o visiones desde lejos, como cuando representa una ciudad con su campo alrededor, como en los planos medios, cuyo resultado, con los muros y tejados de las casas de un pueblo cortados a ambos lados de la composición, pareciera la consecuencia de aproximar un ilusorio objetivo fotográfico, en realidad el ojo de la pintora, hacia el lugar desde el que se pinta el cuadro. Un ejemplo sobresaliente de esto último lo representa el lienzo titulado Gris de Villafranca, donde dos poderosas estructuras, una casi en primer plano y otra un poco más Maribel Fraguas. "Albaicín", 2003. Óleo sobre lienzo. 90 x 102 cm.alejada, y que no son más que casas inmaculadamente blancas inundadas de luz, centran la atención del espectador, que acto seguido se ve invitado a desparramar detenidamente la visión por el pequeño óleo, con un horizonte alto y unas delicadísimas tonalidades grises, violetas, rojas y amarillas, pero siempre mezclando con pasmosa naturalidad y libertad los colores en la paleta.

Porque, junto al logrado tratamiento de la luz, que siempre se sabe de dónde procede y que revela sin tapujos unos previos apuntes del natural o bien una pintura realizada directamente delante del tema, otro aspecto esencial de estas composiciones es la sutil y refinada aplicación de la materia pictórica, sin estridencias y evitando el uso de colores puros, antes al contrario, uniéndolos en la paleta de tal modo que un tejado aparece al mismo tiempo ocre-rojizo-grisáceo, o la ladera lejana de una montaña gris-verdosa-violácea. Al igual que los impresionistas, Maribel Fraguas quiere dejar constancia de que la experiencia de la realidad que se lleva a cabo con la pintura es una experiencia plena y legítima, pero su técnica no es una técnica de conocimiento en correspondencia con el carácter científico del mundo moderno, ni tampoco es una pintura de visualidad pura determinada exclusivamente por el ojo. Es una pintura delicada y sensible que nace de un acercamiento íntimo a la naturaleza, pero dejando que ésta se manifieste de modo espontáneo, sencillo, sin las sofisticadas elaboraciones ideológicas propias del paisajismo romántico alemán.

En los pequeños lienzos titulados Nieve en el jardín, es donde más puede apreciarse la relación con Monet y con Pisarro, deliciosos paisajes invernales atravesados diagonalmente por una gruesa tapia negra que sirve de contraste cromático al blanco de la nieve, animados compositivamente por los árboles de ramas desnudas y uno de ellos con una magnífica mancha casi en el centro que resulta ser una encorvada anciana cargada de provisiones camino de su casa, indiscutible ejemplo de un dominio técnico que resuelve el asunto con una gran economía y contención de medios. Las visiones de Granada también son espléndidas, sobre todo la titulada Por el Darro, un cuadro muy bien compuesto y en el que las altas paredes de las construcciones de la escarpada ladera de la colina de la Alhambra tienen un destacado protagonismo, bañadas por una suave luz neblinosa y difuminada del atardecer.

 

© Enrique Castaños Alés

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 12 de noviembre de 2004