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Contra el tedio Grabado. Concha Galea. Hastío de la amorphia. Acteón. Taller Gravura. Málaga. C/ Coronel, 3. Hasta el 26 de junio de 2006. A modo de frontispicio de su actual trabajo, Concha Galea (Sevilla, 1957) nos recuerda aquella frase de Epicuro que dice que el placer erótico permanece en nosotros como medida de todas las dichas. Con esta más que interesante exposición de grabados, realizados con las técnicas de la punta seca, la manera negra, la aguatinta y la colagrafía, la autora sevillana afincada en Fuengirola desde 1983, se acerca a lo que ella misma denomina el tema-modelo de su atención, el objeto de su interés, que no es otro que las sensaciones que se producen en la relación deseo-temor, entendiendo el deseo como contrapunto de la muerte, del taedium-vitae, esto es, como contraposición del fin de la existencia y del hastío y repugnancia de la vida. El deseo no es más que el movimiento enérgico de la voluntad hacia el conocimiento, posesión o disfrute de una cosa. Ya Charles Fourier, el gran pensador socialista utópico francés, se había encargado de recordarnos en su noción subversiva de deseo, que éste, que a primera vista no parece representar más que la alteridad de las instituciones, de la economía política y de la historia, parece presagiar un mundo pasional en el que el despliegue de las pasiones y los gustos sólo podría realizarse en un espacio y un tiempo históricos. El hecho de que el deseo sea oprimido no significa que sea suprimido. La armonía pasional, la posibilidad del deseo, sólo pueden encontrar su marco de realización en un espacio y en un tiempo históricos. La mitología, mientras tanto, nos ha ilustrado sobre el efecto de la pasión en el hombre. A Concha Galea le motivan dos ejemplos especialmente. Uno sería el del cazador Acteón, convertido en animal por el deseo, es decir, que por sucumbir a su deseo y contemplar a Ártemis desnuda mientras se bañaba, desata la ira de la diosa, quien le transforma en ciervo y, excitando a los perros de su jauría contra él, terminan devorándolo. El segundo ejemplo sería el de Zeus, quien se metamorfosea constantemente por deseo, en lluvia de oro, en cisne, en ave rapaz o en un hermoso toro blanco, para poseer a Dánae, a Leda, a Ganímedes o a la ninfa Europa. Concha Galea lleva a cabo su tarea incidiendo en el cómo, en los procedimientos técnicos, cuyo resultado es un estilo figurativo influido por el arte clásico del renacimiento y del barroco, pero, al mismo tiempo, transido de romanticismo, de abandono a las fuerzas elementales de la naturaleza, poderosas y misteriosas, inexplicables y sublimes. Lo mismo cuando representa el cuerpo desnudo entregado a los vapores húmedos de la noche, o al águila de potentes garras, o al mar embravecido y tormentoso, o a un simple cardo, esa planta tan querida de Durero, o al bosque silencioso e impenetrable, Concha Galea hace suya la llamada del deseo, la vinculación entre éste y el temor de lo ignoto y de lo prohibido. © Enrique Castaños Alés
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