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La figuración velada La pintura especular de José Gallego encuentra su razón de ser en la indeterminación entre la realidad y lo imaginario Pintura. José Gallego. Colegio de Arquitectos de Málaga. Paseo de las Palmeras del Limonar, s/n. Hasta el 12 de noviembre de 1999. Desde 1989 la obra de José Gallego (Cosío, Cantabria, 1953) es un ejercicio culto y refinado sobre las posibilidades de la pintura, donde la representación, a pesar de la referencia más o menos lejana al mundo de las formas visibles, nos remite siempre y se elabora desde unos presupuestos que sólo tienen que ver con la pintura misma. En sus cuadros, que bien podrían ser tomados como ejemplo contemporáneo de un discurso abierto al puro juicio estético donde late aquel concepto de belleza que la razón ilustrada prerromántica había entendido como finalidad sin fin, no sólo las figuras y los objetos representados remiten en numerosas ocasiones a otras imágenes pintadas por el propio artista, con lo que la actividad de la pintura se convierte en un puro ejercicio autorreferencial donde únicamente intervienen sus solos medios como recurso para descifrar la complejidad de lo real, sino que desaparecen los límites y la composición se prolonga indefinidamente más allá de sus márgenes, cual si se borrase toda idea de centro o de completitud de lo representado. Esta imprecisión de los límites, ambiguas fronteras de un mundo que se resiste a ser abarcado en su totalidad y que a su vez ilustran el ineluctable conflicto mantenido por la epistemología moderna entre el hombre y la naturaleza, entre la libertad y la necesidad, se halla íntimamente relacionada con los dos recursos que mejor definen la pintura de Gallego: la indeterminación objetiva y el tratamiento especular de la imagen. Más que un recurso, la indeterminación objetiva de la imagen, cuyo resultado es la no representación y el estilo del no estilo, proviene de una reflexión sobre la idea y el alcance de lo artístico en sí, en el sentido de que sólo aquello que se oculta y permanece escondido puede desvelarnos la profundidad del ser y el secreto último de la existencia. Figuración velada, susurros y sombras de lo real que invitan al sujeto estético de la contemplación a crearse su propia imagen del mundo, a escrutar en el misterio de lo inefable y de lo que sólo encuentra concreción como estado espiritual. El mundo no puede ser comprendido, la realidad no puede justificarse, parece decirnos Gallego, si no es a través de un acto estético en íntima comunión con el misterio que envuelve el rostro escondido de la autenticidad del ser y de los objetos. Pero también
encuentra el espectador que se acerque a estos cuadros un postrer obstáculo
para su aprehensión en la tersa y uniforme capa de barniz, especie de «color
informe» al decir del pintor, con la que se cubren las superficies, homenaje
consciente sin duda a la técnica del laqueado oriunda del Extremo Oriente, pero
metáfora sobre todo, por el efecto de transparencia que produce, del riquísimo
simbolismo que encierra el espejo como superficie reflectante. En este sentido,
la aplicación por Gallego de la capa de barniz a sus cuadros sirve de pantalla
interpuesta que dificulta, aunque no impide, la ascensión espiritual hacia sus
arcanos, si bien paralelamente transmuta la pintura en instrumento de la
iluminación, en vía para alcanzar el conocimiento y la sabiduría. ©Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 30 de octubre de 1999
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