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El gesto expresionista de Manuel Garvayo Pintura y dibujo. Manuel Garvayo, 1911-1983. Museo del Patrimonio Municipal y Sala del Archivo Municipal. Málaga. Paseo de Reding, 1 y Alameda Principal, 23. Hasta el 10 de octubre de 2010. Esta exposición sobre el pintor malagueño Manuel Garvayo (1911-1983), comisariada por los profesores Pablo Alonso Herráiz y Teresa Sauret, viene a cubrir un profundo hueco que padecía el conocimiento de la pintura contemporánea en Málaga, y que, como afirma Teresa Sauret en el catálogo de la muestra, quizá se deba al propio carácter «transgresor» de la obra de Garvayo, tan difícil de «encajar» en las historias publicadas hasta ahora sobre aquel tema. Pero esta muestra es también sobre todo la culminación de un concienzudo trabajo de investigación sobre el pintor llevado a cabo por el citado Herráiz, polifacético e interdisciplinar artista él mismo. Valiéndose de una metodología apoyada en la teoría literaria y en la noción de intertextualidad del famoso crítico ruso Mijaíl Bajtín, Herráiz dedicó su reciente tesis doctoral a reconstruir la trayectoria vital y artística de Garvayo, desentrañando con agudeza las claves necesarias para comprender su discurso expresivo. El texto que escribe ahora en el catálogo es una espléndida síntesis de aquel trabajo. Salvo un breve periodo de Enrique Brinkmann, en la segunda mitad de los cincuenta, influido claramente por el Expresionismo del área germánica, algunas obras de Francisco Peinado, que remiten más bien a la Figuración fantástica, la pintura de los ochenta de Joaquín de Molina, influida por los nuevos salvajes alemanes, y la producción más reciente de Jorge Rando, es digno de destacar que Garvayo es prácticamente el único creador plástico que trabaja en Málaga en la segunda mitad del siglo veinte cuya obra puede adscribirse en su práctica totalidad con claridad a la poética del Expresionismo, nutriéndose de Goya, del Expresionismo nórdico, del alemán, pero también incluso de visionarios como William Blake. Pero en Garvayo se da otra circunstancia igualmente importante: el hecho de que ya estuviese activo en 1937, en plena Guerra Civil, lo que permite vincularlo con ciertas aportaciones del llamado Arte Nuevo en España, esto es, con la vanguardia del periodo de la Segunda República. En 1937 Garvayo cumple veintiséis años, una edad que le capacita para darse cuenta de algunas innovaciones de la plástica del periodo republicano, a pesar de la escasa presencia de esas innovaciones en Málaga. También son dignas de notar las estrechas relaciones entre la producción plástica de Garvayo con el mundo del pensamiento y el de la literatura. Como tipógrafo e impresor, Garvayo era una persona más que instruida, una persona interesada por la cultura, y con una determinada concepción filosófica de la existencia que repercute en su obra. Además de la influencia de Goya y del espíritu noventayochista, sobre todo de Unamuno, la obra de Garvayo está marcada por una concepción de la pintura como agonía, lucha, angustia y desgarramiento, en cierto modo una mirada trágica, pero paradójicamente esperanzada, que estuvo determinada por la dura experiencia de su juventud. Un aspecto fundamental de Garvayo como hombre y como artista es su estrecha vinculación con el barrio malagueño del Perchel, y, por ende, con los estratos populares de la población de su ciudad natal, compartiendo sus preocupaciones y defendiendo sus intereses, especialmente su posición crítica y su rechazo al desordenado crecimiento urbanístico a partir de finales del decenio de 1950, que propició la destrucción de buena parte de un barrio emblemático de la ciudad. El ideario político de Garvayo, de fondo anarquista, le llevó a creer en la utopía, entendida como un ideal de organización de la sociedad factible de llevar a cabo. De ahí su compromiso con numerosas causas perdidas, que él, sin embargo, hizo suyas con entrega honesta y decidida.
© Enrique Castaños Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 18 de septiembre de 2010
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