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Sombras sobre la nada Una profunda renovación formal y el compromiso con el proyecto existencial del hombre marcan la última obra de Juan Genovés. Pintura. Juan Genovés. Galería Marín Galy. Málaga. C/ Duquesa de Parcent, 12. Hasta el 28 de noviembre de 1998. De los dos más destacados exponentes españoles del realismo crítico y de un arte socialmente comprometido durante los sesenta y setenta, Rafael Canogar y Juan Genovés, éste, nacido en Valencia en 1930, a pesar de la insistencia con que un sector de la crítica y del público ha pretendido encorsetar su producción en los estrechos límites de un arte de exclusivo significado político, no sólo no ha sucumbido nunca a la tentación panfletaria, sino que su propuesta en ese periodo coyuntural en el que acabó convirtiéndose en un símbolo estético y moral de proyección mundial de la resistencia contra la falta de libertades, se caracterizó ante todo por un extraordinario vigor plástico, sustentado en la profunda y primordial preocupación por atender a la representación de la forma sobre el espacio del lienzo. Será precisamente esta honda raíz artística de su trabajo, además de una probada capacidad de autocrítica y de una permanente lozanía de espíritu, las que han permitido a Genovés aligerar el enorme lastre acumulado por el resonante éxito de sus iconos más emblemáticos y evolucionar con renovado interés en estos últimos años, casi siempre con indudable acierto, aunque, naturalmente, también ha habido momentos de desorientación y aturdimiento, como cuando en la primera mitad de los noventa realiza una opulenta obra matérica de laboriosa textura que supone un evidente retroceso hacia un informalismo de factura académica. La
serie Secuencias (1996-97), de la que
se ofrece aquí una selección, representa en cierto modo una epifanía y una
purificación de la actividad pictórica, un reencontrarse con esa nada desnuda
y vacía que es la superficie blanca del papel y proyectar sobre ella, «a vista
de pájaro» según la afortunada expresión del artista, ágiles y dinámicas
figuras negras diminutas, anónimas e impersonales, dominadas por incontrolables
fuerzas centrípetas y centrífugas, que parecen incapaces de liberarse de las
asimismo negras sombras difuminadas en su trazo que las acompañan cualesquiera
que sea la dirección de sus imprevistos desplazamientos, manchas oscuras que
dicen mucho de la existencia del hombre, mejor aún, de la muchedumbre humana,
condicionada como sigue estando por la opresión, la alienación y el
sufrimiento. Todo ello resuelto con un sencillo y eficaz esquema compositivo de
construcción geométrica: cruces, diagonales, círculos, líneas aisladas y
paralelas. La exposición se completa con algunos grabados de los setenta,
contundentes ejemplos del que fuera su peculiar lenguaje narrativo basado en la
aproximación y en la lejanía y que parece mirar los acontecimientos como a
través de un teleobjetivo. ©Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 31 de octubre de 1998
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