Intenciones
preestablecidas
La
sabia y suntuosa pintura de Juan Giralt le consagran como uno de los mejores
artistas de su generación
Pintura.
Juan Giralt.
Galería
Alfredo Viñas. Málaga. C/ José Denis Belgrano, 19. Hasta el 5 de octubre de
1999.
Situado en sus comienzos, a finales de
los cincuenta, en la estética del informalismo, el pintor Juan Giralt (Madrid,
1940), que en los sesenta mantuvo una relación de complicidad con la obra de
Alberto Greco y en los setenta estuvo vinculado a la mítica galería Vandrés,
fue sin duda uno de los más destacados protagonistas de la llamada «nueva
figuración» en la escena española, en su caso distinguida por un empleo
suntuoso del color y una personal asimilación del pop-art más pictoricista. Después de recorrer en los ochenta lo
que Juan Manuel Bonet ha denominado su particular «travesía del desierto»,
motivada tanto por su insobornable independencia y deliberado distanciamiento de
las modas, como por una falta de auténtico reconocimiento a una labor que, de
manera paradójica, ha sido cada vez más tomada como modelo por otros pintores
y valorada por la crítica más exigente, la hermosa pintura de Giralt a partir
de mediados los noventa, en concreto desde la muestra que realizara en 1994 bajo
el significativo título de Calco-manías,
es un deslumbrante ejercicio de sabiduría plástica, un armonioso compendio de
esas tradiciones que han ido jalonando su trayectoria, enriquecida desde
entonces por la utilización del elemento collage,
una sutil ironía y un peculiar juego de relaciones y correspondencias entre la
imagen y la palabra.
Enemigo de
las verdades absolutas en pintura, Giralt, que, según él mismo ha afirmado, no
toma como punto de partida un dibujo o un esbozo, sino que se deja llevar por
una «intención preestablecida», suele estructurar el espacio del cuadro en
diferentes planos, alternativamente ocupados por enérgicos trazos gestuales,
herencia de su pasado informalista que casi siempre está acompañada de la técnica
del dripping o chorreado de la pintura
por la superficie del lienzo, a veces por manchas informes que desde el centro
parecen invadir otras zonas de la composición, por imágenes pintadas de
figuras y objetos que en ocasiones sólo se insinúan y en otras la técnica del
estarcido permite definirlas más claramente, por collages de contenido irónico y sicalíptico, generalmente cromos,
vulgares fotografías de revistas y vetustas láminas coloreadas de libros de
obstetricia, de zoología o de cuentos infantiles, y por palabras asimismo
pintadas, con las que lleva a cabo intencionadas rupturas con el uso
convencional del lenguaje o bien establece correspondencias reales o ficticias
con aquellas imágenes pegadas de los collages.
El denominador común de estas composiciones, caracterizadas por la armonía y
equilibrio del conjunto, es esa «húmeda frondosidad del color» de la que
hablaba su amigo Darío Villalba, un color denso, suntuoso y de tonos ácidos
aplicado con enorme elegancia, refinamiento y sabiduría. Aunque sólo sea por
contemplar sus extraordinarias calidades cromáticas, lo cual no es poco en los
tiempos que corren, los aficionados a la buena pintura tienen en esta exposición
una cita imprescindible.
©Enrique
Castaños Alés
Publicado
originalmente en el diario Sur de Málaga el 25 de septiembre de 1999