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Trazos saturados de poesía Pintura. Belén Gonzalo. Sala de Exposiciones Unicaja. Málaga. C/ Dr. Pérez Bryan, 3, 2º. Hasta el 3 de octubre de 2005 Belén Gonzalo (Madrid, 1970), licenciada en Bellas Artes por la Universidad Complutense en 1992, es una pintora de trazo íntimo y elegante, de suave y contenida poesía, pero también de una envidiable destreza a la hora de distribuir las manchas y de componer ese reto siempre recurrente que es el espacio del lienzo. Desde 1999 en adelante su obra se caracteriza por el predominio de una gestualidad atemperada, por la existencia de unos clamorosos vacíos que se traducen en expresivas zonas blancas estratégicamente dispersas por la superficie, por la suavidad de los contrastes tonales y por la silenciosa, pero asimismo aristocrática manera de volcarnos su riquísimo mundo interior, en el que anidan, como ella ha escrito, el vértigo y el hallazgo, el equilibrio y el placer, la soledad y el misterio. En los cuadros más recientes usa simultáneamente óleo, acrílico, lápiz y collage, unidos entre sí por una extraordinaria soltura y armonía. Las líneas puras de pigmento parecen trazar caminos que no conducen a ninguna parte o líneas entrecruzadas, como puede observarse en ese lienzo tan prístino que se titula La sombra nos hace, como la luz, donde, en efecto, la luminosidad de las áreas vacías de la tela no se sobreponen a la recatada intensidad de las vigorosas manchas centrales, en las que el pincel, aplicado una y otra vez, ha ido construyendo una forma sin forma, el lenguaje propio e intransferible de la pintura. Hay algo de leve paisaje pictórico oriental en estas ingrávidas composiciones hechas desde el sentir escondido y secreto del alma. Pero sin estridencias. En silencio. Quedamente. La obra sobre papel, de reducidas dimensiones, es una síntesis prodigiosa de ese catálogo de soluciones plásticas llenas de vida y de dinamismo interior. Los blancos traban todos los tonos y todos los matices. Parece que estuviéramos ante la unión de una sabiduría plástica germinal e incontaminada y la intuición desnuda. Pero no, aquí hay un conocimiento limpio y certero de la lógica compositiva, un control racional de las sucesivas fases de elaboración, hasta que la pequeña pieza, libre y autónoma, destila sus gráciles versos delante del espectador.
© Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 23 de septiembre de 2005
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