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Imágenes de la Cuba colonial Los más variados aspectos del rico pasado colonial de Cuba en setenta estampas impresas entre los siglos XVI y XIX Grabado. Grabados coloniales cubanos. Sala Alameda. Málaga. C/ Alameda Principal, 19. Hasta el 25 de abril de 1999. Al margen del indudable valor estético que poseen, las alrededor de setenta estampas que integran esta maravillosa exposición ofrecen un extraordinario interés histórico y documental acerca de los más variados aspectos del pasado colonial de Cuba, ese fértil y apacible territorio insular caribeño que debido a su privilegiada situación geoestratégica, como adelantado puesto de vigía y puerta de entrada del comercio de España con América, pero también por motivos políticos, fue ya desde el principio de la colonización objeto de la atención de los talleres calcográficos europeos. Hasta comienzos del segundo tercio del siglo XIX, las estampas sobre la isla se realizan con los clásicos procedimientos técnicos del grabado en hueco, bien sea la talla dulce, el aguafuerte o la aguatinta, en muchos casos bellamente iluminadas, un dilatado periodo en el que la preponderancia de los grabadores extranjeros, principalmente flamencos, holandeses, franceses e ingleses, es absoluta, al menos hasta muy entrado el siglo XVIII, cuando surgen los primeros grabadores autóctonos, el más destacado de los cuales por entonces fue el habanero F. J. Báez. Estampas firmadas por Mercator, A. Ortelius, J. Hondius, J. van Meurs, P. Ch. Canot, J. Mason (con dibujos de D. Serres), Th. Morris, W. Eliot, E. Rooker (basándose los tres en dibujos de E. Durnford) y H. Garneray representan diversos aspectos de la geografía y costumbres de la isla, incidiendo en la vista exterior de la bahía y en los formidables sistemas militares de defensa de La Habana, ciudad cuyas más antiguas perspectivas de su interior conservadas en la colección del Museo Nacional de Cuba, propietario y prestador de estos grabados, corresponden a los dibujos hechos por Durnford a partir de 1764. La rápida difusión de la litografía, cuyo primer taller se abre en la capital en 1822, coincide con el periodo de mayor florecimiento económico de la isla, sustentado en el cultivo y exportación de café, tabaco y, sobre todo, azúcar de caña, generadores de una inmensa riqueza en manos de una poderosa clase oligárquica de hacendados que, junto al impulso dado a la mecanización, desequilibran el tradicional sistema esclavista en perjuicio de la indigente masa asalariada que trabaja en los ingenios agrícolas. Las series litográficas y grabados sueltos de Hoefler (dibujante), B. May, F. Mialhe, L. Barañano (dibujante) y E. Laplante, sobre todo la serie de Los Ingenios (1855-57) de éste último, auténtica joya bibliográfica del siglo XIX, dan cuenta pormenorizada de ese desarrollo industrial, del espectacular crecimiento urbanístico de algunas ciudades, en particular La Habana, donde se construyen magníficos edificios y extensos barrios extramuros, de la opulencia y fastuosa vida social de los ricos hacendados, del cosmopolitismo y animación de la vida de la capital y de las costumbres de las clases populares, aunque proponiendo por lo general un panorama idílico y obviando los aspectos más penosos de las tensiones y desigualdades sociales. ©Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 27 de marzo de 1999
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